Son niñas pero nunca tuvieron infancia. Son delincuentes por imposición familiar y desde el mismo día que nacieron se convirtieron en un objeto de venta al mejor postor. Son las niñas del clan serbio que la UDEV central de la policía acaba de desarticular.
En casa se les enseña desde muy pequeñas los rudimentos del robo y la mentira. Sólo van al colegio hasta que tienen su primera menstruación, luego se les vende a toda velocidad para que no pierdan valor. La virginidad cotiza alto, la destreza para robar más todavía. La venta se llama matrimonio de conveniencia con la banda de ladrones internacionales que las quiera entre sus filas. Los 100.000 euros que las bandas pagan por una bien entrenada se camuflan como "dote", pero su entrenamiento no termina ahí. Durante los dos años de investigación de la operación "Eucalyptus", los policías de la UDEV que las seguían asistieron asombrados a sus rituales de entrenamiento. La líder del clan, la mujer del jefe, se ocupaba de limar las maneras de estas menores, de reforzar las técnicas para vigilar a sus objetivos y abrir las puertas de sus domicilios sin apenas forzarlas. Los policías tardaron en comprender que los extraños juegos que organizaba la líder con las menores en parques y jardines eran en realidad prácticas para esconder las joyas robadas justo tras el robo para evitar que los agentes te cazaran con las manos en la masa.
Las seleccionadas eran enviadas desde Tarragona, donde estaba el cuartel general del clan de los Radosalevljevic, por toda España llegando en ocasiones hasta Bélgica y Alemania. Las dos mejore alumnas se graduaron en Madrid con un botín de más de 2 millones de euros en dos robos en sendos domicilios del barrio de Chamberí. En uno de sus viajes a la capital los agentes que grababan todos sus movimientos les hicieron una parada de control en la estación de Atocha. No las detuvieron porque querían a todo el clan, no sólo a las menores. Aunque ese día los policías volvieron a asistir a una clase magistral de la jefa del clan. Ante la patrulla que las había detenido, la líder explicó a las niñas que si la cosa se ponía fea empezaran a patalear y a chillar en cuanto los policías hicieran ademán de registrarlas, así les obligarían a dejarlas ir o ganaría tiempo mientras llegaba una agente de policía facultada para cachearlas. Mientras ésto ocurría la siguiente instrucción fue clara: antes de que llegara la agente debían pedir ir al baño y esconder las joyas robadas que llevaban encima. No era su manera de operar habitual, en otras ciudades la banda dejaba a las niñas en barrios de postín y por la tarde se pasaba a recoger el botín para esconderlo en zulos.
La policía les seguía desde hace una década, y tras detener a más de 40 integrantes en varias fases se preparaban para desarticular de una vez por todas a la cúpula del clan. Sin embargo una nueva circunstancia precipitó las detenciones. Durante los seguimientos e intervenciones telefónicas los policías detectaron que el líder de la banda necesitaba un riñón para su hijo de manera urgente. El cabecilla le encargó el trabajo a un marroquí que hacía de "hombre para todo" para la banda. El secuaz localizó un compatriota en Tarragona, un inmigrante sin papeles en situación desesperada al que engañaron primero y amenazaron después. Más que tráfico de órganos se trataba de un robo con fuerza. Los serbios le explicaron que le pagarían 6.000 euros por una transfusión de sangre, mencionando de rondón un riñón sin que la víctima supiera que se referían a una parte de sí mismo. Los mafiosos consiguieron que la víctima pasara los primeros exámenes médicos con éxito, pero los facultativos ya habían descubierto el engaño. En España está prohibido el tráfico de órganos, y las donaciones a familiares y amigos tienen que ser investigadas, superar un comité de evaluación y finalmente el permiso del juez. Mientras los policías y médicos decidieron fingir que todo iba bien, los mafiosos llevaron al marroquí ante notario para obligarle a rubricar el trato, pero cuando la víctima tuvo claro que se trataba de donar un riñón y no una parte de su sangre, se negó. El clan decidió persuadirle secuestrándole y amenazándole de muerte para terminar dándole una paliza tremenda. Antes de la segunda visita al notario la policía intervino. Ahora están todos detenidos. La UDEV central de la policía les imputa cerca de 40 robos. Y el donante frustrado se encuentra bajo protección policial en condición de víctima-testigo.