Desde el fondo de los bajos de Azca de Madrid, desde un laberinto de pasadizos semi-subterráneos plagados de locales de copas y esquinas marcadas de orín, le llegaba el canto de sirenas del "Sensaciones" a los navegantes extraviados por superficie. Un canto de promesas de sexo de pago barato y garrafón a buen precio en el interior de un local decorado en un estilo neoclásico de dudoso gusto y difícil encaje con el resto de tugurios de la zona.
Y no era un plan sencillo porque, como ya avisa la mitología, las sirenas del "Sensaciones" más que el placer de sus clientes, buscaban su perdición. Lo tenían todo organizado siguiendo una ecuación: publicidad agresiva+lexatín=cliente desvalijado. En superficie, "los tarjeteros" y "las sirenas" captaban a los clientes con sus tarjetas publicitarias y las promesas de ofertas carnales. Atraídos por el canto, los clientes entraban en el local donde eran agasajados con una copa que contenía un potente sedante. Los navegantes, embelesados por la química, eran incapaces de reaccionar cuando las sirenas en vez de denudarse ellas, desnudaban sus carteras. En unos casos, tras pagar la víctima la consumición con la tarjeta, se la volvían a cobrar varias veces con la excusa de que la operación electrónica se había interrumpido. En otros casos, las chicas y los camareros se quedaron con las tarjetas hasta el punto de sacarles 3.000 euros en unos días. En todos los casos el número PIN de las tarjetas cambió de manos sin que las víctimas se percataran de ello. El encanto se desvanecía en cuestión de horas, pero entonces los naúfragos del "Sensaciones" se resistían a denunciar un asunto que en muchos de los casos podría romper su matrimonio. Sólo cinco de ellos le contaron su historia a la policía. Sus relatos hablaban de encantadoras sirenas que una vez en su guarida subterránea se transmutaban en lobas capaces de abroncar a los indefensos y drogados clientes por equivocarse al marcar el número de la tarjeta o beber de una copa que no era la suya...
En pocos días los policías de la comisaría de Tetuán terminaron su dispositivo de vigilancia y se aprestaron a entrar en el local. Su experiencia les hacían inmunes al canto embriagador de las sirenas, así que entraron en el local justo a tiempo de rescatar de las garras de las mujeres a dos jóvenes menores de edad en el momento en que le entregaban con gran gusto por su parte todo su dinero y la tarjeta de sus padres. El registro de las prostitutas y sus pertenencias dio con numerosas cápsulas del sedante con el que doblegaban la voluntad de sus clientes. Los policías detuvieron a nueve personas entre camareros, porteros, sirenas y el dueño del local. Un tal Pedro de 55 años, con antecedentes recientes por la misma estafa (más de 50 víctimas mordieron el anzuelo) y también de malos tratos. Los policías le acusan de coordinar todo el fraude que podría superar la cifra de 8.000 euros.
Todos acabaron en comisaría, y como de costumbre todos quedaron en libertad a la espera de juicio. Así que ya sabeis, si nos lee algún usuario de éstos "servicios" lo mejor que puede hacer cuando pasen por la puerta del local es atarse a los mástiles de los barcos como ya hacían Ulises y los suyos para no ser arrastrados por los cantos de sirena al fondo del mar o al de una mala resaca.