En el barrio de La Barceloneta eran dos entre muchos, pero un poco más al norte pasada la frontera con Francia, eran dos de los delincuentes más buscados del país. Ninguno pasa de los 25 años pero junto a sus cuatro compinches copaban los informativos galos con demasiada frecuencia. La policía francesa les buscaba por más de una decena de asaltos a talleres de joyería y oficinas de cambio de moneda. Siempre con fusiles de asalto, siempre con sus Kalashnikov y sus subfusiles Sten de frabricación británica.
La banda de "pieds noirs" practicaba la filosofía "fast" en sus atracos: Rápido, más rápido, sin escrúpulos y a tiro limpio. En primer lugar robaban un coche potente con su propietario dentro. Posteriormente utilizaban el rehén para presionar a los empleados de las joyerías o sucursales bancarias. Desvalijaban la sucursal en un par de minutos y siempre largaban un par de ráfagas antes de salir pitando rumbo a las "banlieues" del extrarradio. Para finalizar quemaban el coche para borrar pruebas y le pegaban un tiro en la pierna al rehén advirtiéndole que si hablaba con la policía el siguiente disparo lo recibiría unos palmos más arriba. Así fue el pasado mes de septiembre. Sólo un joyero se atrevió a plantarles cara y huyó en pleno atraco encerrándoles en el local. La banda respondió acribillando los supuestos cristales blindados del escaparate hasta que éste cayó hecho añicos. Los delincuentes escaparon con él botín y un par de cortes leves en las manos, pero el valiente gesto del joyero no caería en saco roto.
Como de costumbre tras cada golpe, la banda de atracadores desapareció durante unos meses sin dejar rastro. La policía francesa puso por enésima vez el país patas arriba buscándoles, y por fin después de años se les ocurrió la solución. Rápidamente llamaron a la policía española y pidieron su ayuda. El Cuerpo Nacional de Policía no tardó en dar con una pista fiable, cosas de trabajar bien y tener buenos "confites" con buenas informaciones. El rastro llevaba directo a Barcelona, en concreto a un piso alquilado con documentación falsa en La Barceloneta. Tras 15 días de vigilancia, y constatar que los ocupantes del piso habían instalado microcámaras como medida de contravigilancia, los policías de la Udyco de Barcelona llegaron a la conclusión de que se encontraban ante uno de los jefes de la banda de Lyon.
En éste punto es donde se palpa la diferencia entre la policía española y la italiana, por ejemplo, ésta última responsable del encarcelamiento injusto de un español del mongat en una cárcel transalpina porque le confundieron con un narco colombiano. La Udyco de la Jefatura Superior de Cataluña no quería equivocarse. Necesitaban la prueba infalible, la del ADN. Y la tuvieron gracias al gesto heroíco de aquel joyero francés. Los delincuentes se cortaron con el cristal que destrozaron a balazos dejando unas gotas de sangre en el escenario del asalto. Era la misma sangre del ´"turista" francés de La Barceloneta. Los policías españoles fueron más allá y miraron las huellas de su acompañante. Efectivamente era otro de los miembros de la banda de atracadores franceses. Y así, tras empaquetarlos legalmente, fueron entregados los atracadores a la justicia francesa que les acusa de asociación de malhechores, asalto a mano armada, tenencia de armas de guerra, tentativa de homicidio y estragos. Y todo por ver demasiadas películas de armas automáticas y coches a toda velocidad.