El atracador que guardaba joyas en calcetines
La mujer estaba a punto de desmayarse tras nueve horas de secuestro. Ya les había dado todo lo que querían, las llaves de la joyería de Alfaz del Pi donde trabajaba, las claves de las cajas de seguridad, las claves de las alarmas...¿qué más querían?. Eran las 4:30 horas de la madrugada. Habían pasado más de siete horas desde que la banda del Matías la secuestró. Los atracadores y butroneros la habían seguido durante días, grabado sus movimientos, anotando sus idas y venidas en bicicleta de la joyería a su casa. Cuando llegó a su hogar, cuatro encapuchados la esperaban para maltratarla, para asfixiarla con una almohada hasta que les entregara todo lo que querían. Ella accedió, y ellos acababan de regresar de la joyería, cargados de género, y todavía querían más. "Danos todos los calcetines que tengas". Se los dio y se largaron.
La banda del Matías se las prometía muy felices. Estaban seguros de que nadie les seguía. En las rotondas daban tres vueltas para despistar a los policías que pudieran seguirles. En los semáforos frenaban en verde para detectar a sus posibles seguidores. Una mañana daban "un palo" en Logroño, la misma tarde en Madrid. Estudiaban sus objetivos a fondo, en internet buscaban fotografías aéreas del emplazamiento de las joyerías. Vivían en Madrid, San Fernando y Coslada, y operaban en Valencia. Siempre actuaban de noche, con inhidores de alarmas, con aparatitos para ahuyentar a los perros guardianes. En Gandía tenían un par de guaridas de seguridad para guardar temporalmente el botín. Se creían indestructibles. Se creían los más minuciosos en lo suyo. Falso. Los policías del grupo XXIV de la Udev de la Jefatura Superior de Madrid le estaban haciendo a los delincuentes lo mismo que la banda del Matías le hacía a sus víctimas. Los policías controlaron todos sus movimientos hasta que la banda de Matías no tuvo secretos para ellos.
Los policías, ya bragados en estas lides, acechaban el regreso de la banda desde sus cazaderos de levante a sus guaridas de Madrid. Les marcaron justo días después del secuestro por la autovía Valencia-Madrid. Desde Requena a Madrid ya seguían desde "el cóndor" ( nombre clave de los helicópteros policiales ) cualquier movimiento de los delincuentes. Los policías incluso se permitieron el lujo de perderles un tramo. Daba igual Los policías del grupo XXIV les esperaban en la puerta de su casa. Los agentes esperaron pacientemente a que se bajaran del coche, vieron como los atracadores se desperazaban después del viaje y apagaban el contacto del coche. En ese mismo momento les cayeron encima. Primero detuvieron a Matías. Luego a sus cuatro cómplices rumanos. Un quinto rumano escapó descalzo saltando las vallas de los chalets de la zona. Ya le cogerán.
Así terminaron dos meses de trabajo agotador. Los policías le llamaron "Operación Buho porque los detenidos siempre "trabajaban" de noche. Los atracadores y butroneros ( especialistas en asaltar bancos y joyerías abriendo agujeros en los muros del local ) más listillos habían caído junto a sus sofisticadas "lanzas térmicas" con las que derretían las cajas fuertes. Matías, el jefe, perdió sus codiciados Audi y BMW, los policías esclarecieron media docena de asaltos y recuperaron hasta 300.000 euros en joyas robadas. La mitad de las joyas, por cierto, metida dentro de calcetines y oculta en el doble fondo de un coche a punto de partir rumbo al Este de Europa.