Los padres de Asunta pactaron matarla pero querían enterrarla
Fue su perdición, Rosario Porto y Alfonso Basterra pactaron matar a su hija pero querían enterrarla por eso la dejaron en un lugar que pudiera encontrar su cuerpo rápido y les fuera devuelto para poder llorarla. Es una contradicción, un inexplicable plan que trazaron como si fueran expertos delincuentes pero en el que cometieron errores que supieron aprovechar los investigadores. Dejaron el cuerpo de Asunta posado, con delicadeza, con cariño, y ese fue uno de los primeros detalles que llevó a la Guardia Civil a centrarse en alguien que la quisiera, a su manera. Porque, qué padres querrían matar a su hija con detenimiento, con calma, con un plan trazado meses antes. Y por qué. El móvil del caso Asunta es un misterio aun no resuelto hoy. Por más que preguntas a los investigadores, no encuentras respuestas. Porque no la tienen.
Y a pesar de no tener un por qué, el equipo de guardias de Policía Judicial de la Unidad Orgánica de Coruña resolvió este inexplicable crimen en apenas 48 horas. Cerca de 30 agentes de la Guardia Civil se dedicaron en cuerpo y alma a resolver la muerte de Asunta, una niña adoptada y supuestamente muy querida por unos padres con estigma en Santiago. Se enfrentaban a un caso mediático y no les tembló el pulso cuando a las 24 horas del hallazgo del cadáver se reunieron para planificar la detención de Rosario Porto. Podían haberlo hecho antes pero decidieron esperar a que incineraran el cuerpo y lo velaran en el tanatorio. Tanto tiempo después el jefe de la investigación, Arturo Marcos, entonces un capitán que no se había enfrentado antes a ningún caso mediático, recuerda cómo diseñaron hasta el último detalle. En el tanatorio, sin que nadie se diera cuenta, dos agentes se acercaron a Rosario y la envolvieron como si de un abrazo de tratara. Nadie a su alrededor sospechó nada, ni la portavoz de la familia que la protegía, ni su ex marido Alfonso con el que había estado haciendo fotografías del féretro de Asunta que tiempo después resultarían cuanto menos grotescas.
Sabían que era una mujer altiva que no se iba a arrugar fácilmente. Y no les defraudó. En el coche desde el tanatorio a la Comandancia de Coruña, Rosario iba protestando, riñéndoles incluso, argumentando que se estaban equivocando al no buscar al verdadero culpable. Arrogante, Rosario intentó seguir el plan trazado, el de hacerse la víctima, la madre sufriente que estaba siendo tratada como una asesina sin sentido, sin pruebas. Se equivocaba. El equipo de Guardia Civil tenía todas las pruebas y aunque no se las mostraron, si dejaron que supiera algunos detalles que la llevaron a cometer errores de bulto. La cazaron con estrategia y mucha psicología.
Con la detención de Alfonso vieron claro que el crimen lo habían diseñado juntos. Le podían haber detenido antes pero esperaron porque querían tener todos los cabos atados y preparar los calabozos para enfrentarles, y esperar, a ver qué hacía. Como sospechaban, Alfonso se mostró todo el tiempo de manera protectora diciéndole a Rosario lo que tenía que hacer. Siempre tranquilizador, creía que saldrían de ese atolladero, sin comprender que los guardias habían sido más listos y más rápidos. Siempre abrupto y distante, los agentes no conseguían penetrar en su personalidad, más rocosa que la de Rosario. No hubo manera de que “cantaran”. Nunca admitieron la muerte de su hija. Nada, ni un solo detalle. Fieles a su plan trazado, intentaron mantenerlo a pesar de que hacía aguas por todas partes. Lo habían ensayado. El jefe de la investigación, hoy comandante embarcado en otras investigaciones de hondo calado como la de la desaparición de Diana, admite que nunca supieron si le daban sedantes a Asunta para probar su resistencia, es decir para comprobar hasta que dosis tenían que llegar para matarla, o probaron varias veces sin conseguir matarla. Finalmente Asunta murió después de que la obligaran a tomarse 27 pastillas de orfidal. Tampoco entonces murió por las pastillas y Rosario Porto precipitada, nerviosa, la asfixió al ver que no moría. Alfonso tenía mejor aprendido su papel y dejó menos rastros por el camino. “Tomó más precauciones" nos aclara el comandante. Nosotros siempre hemos pensado que pudo “jugar sucio” con Rosario y dejar que ella cometiera tantos errores porque en el fondo buscaba la venganza completa de su ex mujer que le había traicionado. Sólo ellos, Rosario y Alfonso, saben cómo lo planificaron, y sólo ellos saben quién traicionó a quién. Como dicen los guardias que resolvieron el caso, “no tenemos algunas respuestas pero sí las pruebas necesarias para procesarlos. Y las sentencias nos han dado la razón”. La rapidez y la dedicación fueron fundamentales para cumplir con éxito. Dos elementos fundamentales en investigaciones de homicidio. Y hoy se siente orgulloso. Sobre todo su jefe, Arturo Marcos, hoy se siente orgulloso de todo el equipo.