Y María Isabel se asomó. Lo que vio fue el Nissan Primera de su ex marido con el maletero envuelto en llamas enfilando a toda velocidad la rotonda frente a su casa. Los bomberos tardaron más de cuatro horas en sacarles de la bola de fuego en que se había convertido el coche. En el interior, carbonizados, Francisco Javier Blanco y el hijo de once años que tenía con María Isabel. Los vecinos de Vecindario, en Gran Canaria, se han quedado sin lágrimas y sin palabras para relatar lo que vieron esa mañana.
Y lo que vieron no fue un accidente, sino el acto final de una venganza terrible ejecutada por un padre enajenado. Francisco y María se habían separado hace más de cinco años. Entontes Francisco se encadenó en la puerta del domicilio de su mujer para reclamar la custodia de sus hijos, lo único que consiguió fue una denuncia y una orden de separación de María durante un año. Su mujer no volvió a denunciarle pese a que no le pasaba la pensión. No hubo malos tratos. Francisco ya no levantó cabeza, de baja laboral por depresión, contaba a todo el que quisiera escucharle que su mujer le había abandonado por el padrino de sus hijos. Ayer día nueve de julio expiró el plazo de diez días que disponía para pasar las vacaciones junto a su hijo menor. El mayor, de 17 años, no quería ver a su padre ni en pintura. La tragedia arrancó sobre las tres de la madrugada en la casa de Francisco Javier en la calle Murillo. Los vecinos escucharon un grito desgarrador, parecía la voz de un niño. Según la reconstrucción todavía en curso de los investigadores de la Guardia Civil, en ese momento Francisco Javier debió apuñalar a su hijo, entre tres y cinco veces y en el pecho. Lo más doloroso es que el menor se resistió, y los testigos escucharon ruidos de muebles. Las manchas de sangre por toda la casa lo atestiguan. A las cinco de la madrugada los testigos volvieron a escuchar los movimientos del parricida al salir de casa. Eran los pasos previos a la puesta en escena del crimen.
Francisco Javier metió el cuerpo de su hijo envuelto en mantas dentro del coche, y condujo hasta la gasolinera de Los Llanos donde llenó el depósito del coche hasta reventar. A continuación se dirigió a casa de su ex mujer. Llamó al timbre y aporreó la puerta. La misma en la que se pueden leer insultos y amenazas contra María Isabel escritos con toda seguridad por la mano del asesino. Tras constatar que María Isabel no le abría la puerta, la llamó por teléfono, le gritó "asómate para que veas lo que te mereces" , cerró las ventanas y puertas del vehículo, ató al menor con el cinturón de seguridad y prendió la mecha que salía del depósito de combustible. Los testigos vieron el vehículo acelerar con el maletero en llamas antes de empotrarse contra un bordillo y volcar sobre la calzada.
Lo único que hoy queda de todo ésto es la obra de un loco asesino obsesionado con vengarse de su ex mujer, el dolor inmenso de la familia y un puñado de papeles por rellenar a cuenta de los investigadores de la Guardia Civil. Esta mañana, María Isabel ha usado las últimas fuerzas que le quedaban para contarnos: "Mi ex marido mató a a mi hijo". Desolador.