Durante meses mantuvo en jaque a la Brigada de Policía Judicial y en estado de alarma a las familias de Madrid. Antonio Ortíz, el pederasta de Ciudad Lineal llegó a cambiar de vehículo en sus asaltos a menores para despistar a la policía. Al final le cazaron cerrando con éxito uno de los casos más complicados a los que se habían enfrentado los agentes. La operación “Candy”
Antonio Ortiz fue detenido en casa de sus tíos en Santander donde se había refugiado cargado de maletas, con intención de pasar mucho tiempo fuera de Madrid. El detonante que le hizo salir corriendo fue la identificación que le hicieron dos agentes de la brigada encargada de la operación Candy. Ortiz estaba cerca de su gimnasio y la policía controlaba la zona tras la declaración de la última víctima del pederasta. Esa pequeña de origen dominicano, dio la última clave. Llevaba ropa y mochila de gimnasio y sudaba mucho.
También describió los lunares que ya la primera de las niñas que intentó raptar, el mismo día de abril que se llevó a una niña española de 5 años, había descrito.
El rompecabezas empezó a cuadrar. En ese momento los policías que trabajaban bajo las órdenes del comisario José Luis Conde tenían 3 sospechosos. Intentaron descartarlos pero a Ortiz fue imposible.
Es la técnica adecuada en policía judicial. Buscar coartadas a los sospechosos para no construir un camino equivocado. Así se fue cerrando el círculo entorno a Antonio Ortiz.
Tenía un coche como el descrito por su primera víctima del 2014, ( le acusan de otra agresión en 2013) y aunque lo vendió precipitadamente, tuvo acceso, a través de un amigo, al segundo coche descrito por la última niña agredida en agosto. Describió hasta el llavero, y todo coincidió. Este vehículo fue grabado por tres cámaras, cuando Ortiz, con su presa dentro, paró a comprar un bote de crema que casualmente se llevo en su huida a Santander. Eso le perdió. Su teléfono sonó en ese momento.
La niña lo dijo. Y el móvil de Antonio Ortiz fue situado en todos los raptos, a pesar de haberlo apagado durante todas las agresiones excepto en la primera reconstruido paso a paso por el teléfono.
En abril había comenzado la investigación con los recuerdos de la niña española secuestrada en Ciudad Lineal. No pudieron identificar la vivienda que utilizó para agredirla, a pesar de llevar a la niña en el coche buscándola, y a pesar de que hizo un dibujo de sus recuerdos, casi exacto.
La pequeña explicó que tras el rapto en el parque, Ortiz paró el coche en la calle Montearagón, la casa de la madre del pederasta. Y la madre confesaría después que esa parada pudo ser para pedirla las llaves de la vivienda de Santa Virgilia que estaba siendo reformada. Cuando llevaron a Ortiz a ese piso tras su detención, encontraron las pruebas de ADN y las huellas que confirmaron la violación de la pequeña. No hallaron las de su segunda víctima de origen chino, aunque Ortiz dejó sus restos biológicos en su cuerpo.
Las pruebas genéticas confirman también la última agresión sexual. Todas, aunque una dudó un poco con los nervios, identificaron a Antonio Ortiz en las ruedas de reconocimiento en el juzgado.
Todas estas pruebas se valorarán en sala. Las pequeñas no declararán porque se grabaron sus testimonios para evitar el recuerdo y que se enfrenten a su presunto agresor. Pero Antonio Ortiz sí declarará, al menos contestará preguntas de su abogado. Será la primera vez que lo escuchemos porque hasta ahora se ha negado siempre a declarar ante el juez y el fiscal.