Mentiras, errores y circo en el juicio del doble crimen de Almonte
Todo vale para desacreditar a la acusación. Cualquiera está capacitado para volcar en un medio de comunicación la versión que el entorno del acusado le susurra al oído sin contrastarla, y hay quien clama por la presunción de inocencia del reo mientras mancha la memoria de las víctimas desangradas en un crimen espeluznante. Algunos mezclan informes opuestos de la defensa y la acusación para argumentar a favor del presunto asesino. Y otros filtran informes internos de Guardia Civil retorciendo sus conclusiones favoreciéndole. Muchas mentiras y errores cometidos por quienes no han leído el sumario del caso. Aquí alguien se ha propuesto retorcer la verdad hasta que la noche se torne en día o viceversa. Ésta es la razón por la que nos hemos decidido repasar los indicios y las pruebas para contrastarlas con los titulares sin menoscabar la presunción de inocencia de Francisco. Unos, fiscal y Guardia Civil trabajan con la ley en la mano, otros funcionan a golpe de titular escandaloso.
Francisco, el acusado, y Marianela mantuvieron durante años una relación de infidelidad a espaldas de sus parejas. Según la mayoría de los testigos (unos pocos dicen lo contrario) e incluso la propia Marianela, fue una relación de control y de celos por parte de Francisco. En abril de 2013 Marianela dejó la vivienda que compartía con su pareja Miguel Ángel Domínguez y su hija María, la hija de ambos, para alquilarse un piso. Habían discutido por la propiedad del piso común y finalmente Marianela abandonó el hogar familiar. Días después un asesino, hombre, diestro, con acento de Almonte, y probablemente con las llaves de la casa (la puerta no estaba forzada) entró sorpresivamente en la vivienda de Miguel Ángel y le asestó 47 puñaladas. A la niña la acuchilló 107 veces. Y finalmente tapó el cadáver de la pequeña con la colcha en un gesto mínimo de humanidad, quizá porque conocía bien a la víctima. El asesino llevaba guantes ( dejó la huella ensangrentada de sus dedos enguantados en las paredes ) y antes de huir se lavó la sangre de los brazos pero al secárselos dejó el ADN en tres toallas de la casa. Un puñado de células epiteliales cuyo ADN es el de Francisco.
Según los investigadores, Francisco tenía un móvil: los celos hacia Miguel Ángel y hacia la niña María que se interponía en su relación con Marianela. Según el relato de los guardias y del fiscal, el acusado salió del Mercadona mucho antes de que finalizara su turno de las 22:00 y por la puerta de mercancías con la llave que según sus compañeros el solía tener. Francisco previamente podría haber cogido las llaves de la vivienda de las víctimas porque Marinela, su novia, conservaba una copia en la nueva casa en la que vivía. A la casa de las víctimas llegó pasadas las 21:30, entró con las llaves de Marianela, sorprendió a Miguel Angel saliendo de la ducha, le asesinó y también asesinó a su hija María. Luego se lavó los brazos, se secó con las toallas, y regresó a la puerta del Mercadona minutos después de las 22:00 donde se encontró con Marianela fingiendo que acababa de salir de trabajar del supermercado.
Dos testigos han declarado que vieron a Francisco fuera del Mercadona alrededor de las 21:30 de esa noche, corroborados por otros dos testigos más y las llamadas de sus teléfonos.
Los dos vecinos contiguos que escucharon los gritos de las víctimas los sitúan con sus llamadas y mensajes de teléfono (comentaron con sus amigos la situación) entre las 21:45 y las 22:03. Además hablan de que la víctima y su agresor eran españoles y con acento de Almonte. Es más, tras escuchar la conversación entre víctima y asesino, se confirma que ambos se conocían. Durante el registro de las pertenencias de Francisco se encontraron unos guantes idénticos a los que usó el asesino. Y finalmente el ADN de Francisco en tres toallas de la casa.
El primer ataque contra los investigadores y el fiscal llegó en forma de informe filtrado. Se dijo que los guardias lo habían ocultado al juez porque calculaba el tiempo y el recorrido de Francisco para cometer el crimen, y no les cuadraba. En realidad era un informe interno preliminar que los guardias hicieron cronometrando con un teléfono móvil. Posteriormente, elaboraron el oficial ya con GPS y cronómetro y lo entregaron al juez. Aunque difería en unos minutos con el preliminar, la conclusión de los dos informes, el borrador y el oficial, era la misma. Francisco era el sospechoso. Y por cierto, en cualquier caso los investigadores suelen hacer muchos informes de uso interno, preliminares, hasta que perfilan el oficial y lo entregan al juez. Pero la duda ya estaba sembrada.
EL siguiente ataque llegó cuando alguien filtró a otro medio las conversaciones entre Marianela y su abogada tras la detención de Francisco. Los autores de la filtración pretendían demostrar que Marianela no creía que Francisco fuera el asesino. En las conversaciones, carentes de utilidad judicial para el caso, la abogada informaba a Marianela que habían detenido a su pareja actual Francisco. Marianela en estado de shock repetía que no podía creerlo, la abogada le decía para consolarla que ya verían las pruebas y comprobarían si eran fundadas las sospechas del fiscal. Todo dentro de la lógica y la legalidad, pero volvían a cuestionar el caso. Daba igual que Marianela, meses después de recibir terapia y recuperarse del shock, señalara a Francisco como el presunto autor, recordando que no le vió salir de Mercadona a las 22:00 sino que le vió en la puerta ya fuera. Es decir, como mantenían los investigadores, cuando volvía de cometer el crimen para crearse una coartada.
La tercera oleada de titulares llegó cuando se descubrió el ADN del sospechoso en las toallas del lugar del crimen. Entonces su defensa no cuestionó la cadena de custodia, la asumió. Su estrategia fue justificar que ese ADN de Francisco estaba en el lugar del crimen porque se transfirió de Francisco a Marianela por contacto sexual y de ahí, Marianela lo dejó en las toallas de la vivienda de su marido en una de sus visitas a la casa. Informes de parte y los imparciales de los forenses vinculados al juzgado aclaran que es imposible que se transfiriera tanta cantidad de ADN de uno a otro y luego a una toalla. Más improbable todavía que se trasfiriera a tres toallas diferentes situadas en dos cuartos de baño de la vivienda de las víctimas, y todavía más improbable que aparezca ese ADN sin mezclarse con el de Marianela si es que se trataba de una transferencia. Además el ADN era de células de piel no de semen, y Marianela había lavado las toallas sólo unos días antes del crimen. Francisco declaró que no había pisado esa casa desde hacía meses. El titular volvió a extender la duda sobre el caso.
En otra ocasión se nos dijo que la Guardia Civil no había investigado una huella que se encontró en una hucha en la casa…sin mencionar que la hucha estaba en lo alto de un armario de una habitación que no pisaron ni el asesino ni la víctima, y el contenido de la hucha, 50 euros, seguía intacto desde hacía años. Por eso lo descartaron en realidad. Por eso y porque el asesino, como ya sabemos, llevaba guantes y no dejó ni una sola huella.
Otro titular nos decía que fiscalía y los guardias de la UCO no habían investigado varios pelos hallados en la casa del crimen, sin explicar que estaban incompletos y por tanto era imposible saber de quién eran. ¿De la víctima?¿De Francisco?¿de cualquier persona que pasó por la casa en los últimos meses?, la defensa no pidió que lo investigaran en su momento, ¿quizá por no arriesgarse a que el resultado no les fuera favorable?...
La defensa mantiene que Francisco no era celoso ( con apoyo del testimonio de su antigua novia) y que no tuvo tiempo de salir del Mercadona y por tanto de cometer el crimen. Y el juicio sigue adelante en la Audiencia Provincial de Huelva, por un lado la defensa ahora cuestiona la cadena de custodia del ADN dejando la duda de que alguien puso el ADN de Francisco en el lugar del crimen. Por otro lado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía acaba de rechazar la puesta en libertad del acusado porque hay indicios suficientes de que cometiera los hechos de los que se le acusan.