Los nueve ciudadanos del jurado están ya encerrados para deliberar. Tienen cinco días de plazo pero en las primeras cuarenta y ocho horas, si se atascan en alguna pregunta, pueden requerir al juez que debe actuar didácticamente, y no contaminar con su opinión. Al cabo de dos días el magistrado puede convocarles para comprobar que entienden el objeto de veredicto y no es necesario rectificar alguna de las preguntas. Los nueve jurados votarán individualmente, una a una , las preguntas. Deben sacar mayoría cuantificada (7-2) para declarar culpable, la mayoría simple sólo sirve para declarar inocente. Tienen que motivar cada respuesta. Por ejemplo: “Creemos que Bretón es culpable de quemar a sus hijos en la hoguera porque los huesos hallados en las Quemadillas son de dos niños de 2 y 6 años según todos los peritos y no se pudieron quemar otros huesos porque tendrían que haber quemado dos niños de esas edades . Y los huesos son los originales porque la perito policial probó que los huesos traídos al juicio son los que ella recogió en la hoguera y luego analizó para rectificar su informe inicial”. También podrían apoyar la respuesta en el testimonio de José Bretón que admitió que había hecho una hoguera en la finca, lo que refuerza más todavía el hallazgo de los huesos. Si lo consideran inocente deberían justificarlo con la misma precisión.
Los miembros del jurado no tendrán que valorar cuestiones complicadas o demasiado jurídicas. Se les pregunta si la hoguera la preparó alejada de la vista de los vecinos. O si para convertirlo en horno crematorio hizo acopio de leña y gasolina. Y si la última garrafa de poco más de 70 litros la compró el día anterior por la mañana para llevarla a la finca por la tarde mientras sus hijos jugaban en casa de su tía Catalina.
Lo que no será objeto de veredicto es si Bretón asesinó a sus dos hijos o fue un homicidio (sin premeditación). La calificación la pondrá el juez en sentencia si el veredicto es de culpabilidad. Aunque los juristas consultados explican que la prevalencia de Bretón sobre sus hijos, indefensos ante su padre, justifica la alevosía. Además no importa si los mató con pastillas o de qué manera. Lo que importará para calificar, según los expertos, es que el jurado considere probado que los quemó en la hoguera.
La caja de los huesos ha sido el caballo de batalla de la defensa de Bretón. Hasta el último momento ha intentado influir en el jurado popular con insinuaciones y rumores. Comenzó cuestionando que la caja de los huesos se abriera para analizarla con permiso judicial. Sánchez de Puerta se basaba en el sumario donde el documento, que envió el juez para dar su permiso a la apertura de la prueba, figura como enviado por fax a las 12:30, dos horas después de que el profesor Etxeberría comenzara su análisis en la comisaría de Canillas. Pero en ese fax ya dice el juez que el permiso había sido concedido a las 10:30 de la mañana aunque tuvo que rectificar un párrafo y enviarlo corregido dos horas más tarde. Este enredo judicial quedó solventado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía antes de que comenzara el juicio. Por eso el magistrado presidente insistía una y otra vez a Sánchez de Puerta para que no siguiera liando el tema. El letrado de Bretón buscó luego otra forma de ensuciar el caso para favorecer a su cliente. Utilizó los argumentos insidiosos de la perito policial que “dolida” por el trato recibido cuando se descubrió su garrafal error, echó mano de los rumores: “He oído que los huesos fueron de copas. Me han contado que la caja de los huesos estaba encima de un armario y que la pasearon a un bar”. Lo que llamaba la atención no era tanto la respuesta como la pregunta que había hecho el abogado de Bretón. Si lo preguntó es porque sabía que ella estaba dispuesta a responder en esos términos. El jurado escuchó atónito los rumores de pasillos de la boca de una perito que tenía que haberse ceñido a explicar cómo y por qué cometió un error, y cómo y por qué rectificó. El profesor Etxeberría, el experto que desatascó el caso, había explicado con delicadeza que el error era posible para antropólogos que no habían visto muchos huesos de niños incinerados. Josefina Lamas sólo tenía que asumir esa falta de experiencia y dejar claro lo más importante. No le pedían más. En vez de eso, envalentonada, arremetió contra sus compañeros en todas las direcciones posibles. Que si la hoguera había sido manipulada porque una azadilla y un palo estaban cambiados de sitio, que si faltaba la pieza nº8 porque ella había reconstruido los huesos troceados por la manipulación o hechos polvillo, y ninguno era el nº8. Estaba humillada porque el laboratorio de antropología de la policía había cerrado y ella había sido relegada a riesgos laborales, el destino lógico para una médico que no es antropóloga. El jurado popular también percibió eso.
Los nueve del jurado se han percatado de todos los matices y adornos que en un juicio con jurado popular se utilizan para escenificar. Es un teatro gigante donde no todos dicen la verdad y muchos alteran la verdad porque ha pasado el tiempo y ya no recuerdan lo que vieron o pensaron, sino lo que piensan ahora. Muchos testigos agrandan sus declaraciones anteriores, otros las cubren con un repujado de sensaciones. Y ellos, los nueve jurados, tienen que separar las pruebas de los sentimientos.
Bretón actuó para ellos, intentó llorar pero no le salió. Su declaración estaba medida, contestaba a las preguntas y, cuando se mostraba como un padre atento y solícito, se lo decía al jurado . Ruth no les miró. Hablaba contenida y tímida. Estaba explicando su vida, sus miserias, sus tristezas, las de sus hijos, y eso es algo tan íntimo que cuesta. Cuesta asumir que está en boca de todos, que ha sido aireado en un sumario porque es necesario para explicar este crimen. Por eso Ruth no representó un papel, porque su personaje es imposible de imitar si no has sufrido como ella. Su madre hizo llorar al jurado. Obdulia Ramos, la abuela que se despidió para siempre de sus “tesoros” , simplemente fue eso, una abuela desencajada por el dolor y la madre de una hija torturada sin compasión.
El jurado intentará desentrañar quién dice la verdad y quién miente. Pero sobre todo les piden un ejercicio lógico. Encajar un relato lógico y cronológico. Si los niños entraron en las Quemadillas porque Bretón lo dijo, y no salieron porque no llegaron al parque…., y si se encontraron unos huesos de dos niños de las edades de Ruth y José en la hoguera que encendió Bretón porque él lo dijo… . La falta de ADN no significa absolución. El ADN es una prueba más y si falta hay que considerar otras.
Y si dudan tendrán que absolver a Bretón. Por eso la última sesión del juicio fue en la que vimos más discursos exagerados y más intentos de manipular al jurado. Los abogados hablaban para convencer a los nueve del jurado. Exageraron datos, todos. Solo era una puesta en escena para disparar a la línea de flotación del jurado. La acusación, recordándoles que es un crimen atroz porque Bretón tuvo que alimentar la hoguera cada poco tiempo y tuvo que ver como sus propios hijos desaparecían en el fuego . La defensa, haciéndoles temblar al recordarles que es más triste encarcelar a un inocente que dejar libre a un culpable . No nos gustaría estar en ese trance.