Bretón hoy tenía los ojos brillantes y tristes. Bajaba la mirada y parecía que dentro de él algo se revolvía. No sé si era remordimiento al escucharse mientras pedía ayuda al 112 y fingía que sus pequeños se habían perdido, o hacía fuerza para que una lágrima le asomara, como decía nuestra compañera Rocío Martínez. El caso es que hoy todos hemos creído ver emoción contenida en Bretón. Aunque no sé qué tipo de emoción, la verdad. Nosotros particularmente creemos que ha sentido vergüenza cuando ha escuchado la llamada que le hizo a Ruth el 16 de octubre, ocho días después de (presuntamente) matar a sus hijos. En tono lastimero le decía:
“La carta que has dicho esta mañana en Huelva ha estado muy bonita. Tengo metidas tus palabras de que yo me llevé a los niños y yo te los tengo que devolver, y eso me da fuerzas. Te lo quiero transmitir también a ti”.
Un minuto después, exactamente, llamaba a Conchi y coqueteaba con ella, ligaba descaradamente y lo peor, no le hablaba de sus hijos, supuestamente perdidos en el parque:
- Conchi... ¿Sabes de qué me estoy acordando?
- ¿De qué?
- Pues de hace catorce años y me quitaste el beso que te iba a dar… Hace tanto tiempo que no te veo que seguro que estás más guapa, eso seguro… Con la piel tan fina y suave que tú tienes. Tu boquita pequeña... ¡Si es que parece que te estoy viendo, mujer!
- Y tú, ¿te has casado?
- Es una historia muy larga, eso te lo tengo que contar en directo.
Sí, vergüenza ha tenido que sentir. Estamos seguros de que hoy las llamadas han vuelto a dejar a Bretón sin máscara, sin su armadura de hierro, esa que le ha protegido durante el juicio, esa que le dijo a Ruth que se quitaría para recuperarla cuando le regaló el libro “El caballero de la armadura oxidada”. Bretón maquinó cada paso que dio. Y fue especialmente astuto cuando ideo cómo hacer daño a Ruth. Disfrutaba intentando calmarla, intentando debilitarla para luego regodearse llamando a otra mujer que, sin saber, le seguía el juego con curiosidad. Es paranoico, pero a él le satisfacía. Le daba placer aniquilar a Ruth pero Ruth aguantó el embate. Contestó a sus llamadas con mensajes cortos y despojados de sentimiento. Bretón no pudo sentir el dolor de Ruth porque ella le privó de ese placer. Era un juego terrorífico, y ella lo sabía.
Hoy no hemos podido escuchar todas las llamadas que intercambiaron (está en el sumario y las hemos recogido en nuestro libro “Tras el Muro”). En la sala se ha reproducido una más. La que Bretón hizo a Ruth desde comisaría cuando le comunicaron que iban a detenerlo. Le dijo a Ruth que había sentido necesidad de escucharla y que tenía que decirle la verdad, por él:
- Sueño con los niños, que estamos juntos otra vez. Pensar en los niños me da fuerza.
- La felicidad depende de los niños...José.
- Tú lo has dicho, los niños van a estar siempre.