Como si fuera la primera vez
Como bien os contaba mi compañero Carlos, estos días nos encontramos ultimando los ensayos para la gran gala inicial que tendrá lugar este próximo jueves. Por fin. ¡Qué ganas!. Os puedo asegurar que si vosotros estáis deseando que empiece el programa, nosotros lo estamos deseando aún más. O bueno, vale, de la misma manera. Ensayar con figurantes en la playa tiene su aquel y ha dado lugar a situaciones de lo más cómicas y enrevesadas (como el comentado romance entre Fortu e Isa Pantoja), pero es hora ya de que comience la verdadera aventura en Cayos Cochinos. De analizar cómo Nacho Vidal se lanza del helicóptero. De conocer los trajes de baño que vestirá Carmen Lomana. De saber si Suhaila conserva su habilidad para la pesca. Y de ver si alguno de los dieciséis concursantes confirmados se convierte en la primera persona en la historia del programa en hacer fuego por sus propios medios. Que ya va tocando. Los cronómetros y partes de redacción (los papeles en los que, durante las 24 horas del día, se apunta el minuto exacto en el que ocurren las cosas) están ya a punto para recogerlo todo:
Y mientras los supervivientes se adaptan a sus primeras horas en Honduras, con nerviosismo creciente a medida que se acerca el clásico salto de helicóptero con el que comienza la aventura, el equipo también nos vamos adaptando a nuestro nuevo escenario vital y laboral, con nerviosismo creciente ante la llegada de la gala inaugural. Puede que nosotros no vayamos a lanzarnos al mar desde una aeronave con hélice, pero también sentimos que este jueves nos enfrentamos a un salto importante. Un salto del que esperamos que nos lleve a lo más alto.
Como bien sabéis, esta es la quinta edición de Supervivientes en la que trabajo, pero todavía vivo cada comienzo de edición como si fuera la primera. A ello me ayuda, sin duda, compartir estos primeros días con los nuevos compañeros que se unen al equipo cada edición. “Es que todavía no me creo que esté aquí”, me decía el otro día una de mis nuevas compañeras. Y lo decía con los ojos tan abiertos y la sonrisa tan amplia que creí que iba a sacar del bolsillo un boleto premiado de la Primitiva. Pero no, se refería al hecho de trabajar en Supervivientes. Además, justo esa mañana había ido a conocer las localizaciones más célebres del reality: Cayo Paloma, Cayo Timón y Playa Uva (durante estos días, antes de que los cayos reciban a los supervivientes, la productora tiene el detalle de prepararnos un tour de toma de contacto con las islas). Mi nueva compañera había pasado la mañana viendo de cerca los lugares que, durante tantos años, había estado viendo por televisión. Acababa de pasear por la misma arena sobre la que durmieron Abraham, Sonia Monroy, Álvaro Muñoz Escassi o Bibiana Fernández. Había tocado la palmera de Rosa Benito. Y, por primera vez, había entendido las verdaderas dimensiones de las islas en las que nuestros participantes conviven durante tres meses. “¡Pero si son enanas!”, me contaba sorprendida. Ella se dedicará esta edición a chequear las cintas grabadas durante la noche, como hacía yo los primeros años (está por ver si este curso vuelve a instaurarse el éxito musical “cintaaaa, cintaaa de la nocheeee”). Por cierto que, como era de esperar, esta compañera regresó con el móvil lleno de fotos espectaculares como ésta:
Lo mejor de todo es que la emoción de esta compañera no es una excepción. Los nuevos redactores, los nuevos guionistas, los nuevos cámaras, todos, comparten con ella la ilusión de trabajar en este programa único, diferente a todos los que se producen en la televisión española. Un programa que no va a limitarse a ser una nueva línea en su Currículum Vitae sino que puede convertirse en un episodio inolvidable en sus vidas. Por eso, compartir horas con los nuevos, ya sea comiendo, aprovechando en la piscina una hora libre o mientras pedimos en Producción repelente y crema solar, se convierte para los veteranos como yo en una forma estupenda de conservar la magia y los nervios por comenzar una nueva edición. Deseo sinceramente que Supervivientes 2015 se convierta para ellos en la experiencia inigualable que ha supuesto para mí año tras año. ¡Allá vamos!