El fin de semana ha transcurrido tranquilo aquí en Corn Island. Aunque el equipo trabajamos los siete días de la semana, y un sábado puedes tener el mismo trabajo que un martes, parece que nos resistimos a abandonar la tradición del finde y es en viernes y sábados cuando se organizan las jaranas.
Durante este fin de semana además hemos tenido de invitados a Víctor, que no ha tardado ni un segundo en afeitarse, y a Parada que, sorprendentemente, ha permanecido con los pantalones puestos durante toda su estancia.
Yo, además, durante estos días he hecho cuatro descubrimientos importantes:
1. Quienes sigan este blog conocerán la historia de mi gorra desaparecida. También conocerán la historia de la mujer coleccionista de billetes a la que doné un billete de 5 euros por el bien del legado numismático en Corn Island.
Pues bien, estaba yo llegando a trabajar el sábado (lo dicho, aquí trabajamos todos los días) cuando vi, justo detrás de la pulpería que regenta La Coleccionista, al taxista que me devolvió la gorra lavando su taxi a manguerazos. Fue como una revelación. Dos de mis personajes favoritos de la isla, de repente, compartían un espacio. ¿Cuál sería la relación entre ellos?
El caso es que yo venía de pedalear durante veinte minutos bajo el abrasador sol tropical de las ocho de la mañana -lo cual se traduce en: camiseta empapada hasta el nivel de transparencia total (“ese chico va desnudo”, creo que se cuchichearon dos niñas al verme pasar), crema expulsada en forma de ríos blancos por los brazos y respiración entrecortada-, así que no era el momento más apropiado para entrar a preguntar nada.
Pero después, por la tarde, en la sagrada hora de la merienda, me fui para allá y me encontré con La Coleccionista. Que fue cuando metí la pata hasta el fondo. Porque ya aviso que a mí esto de adivinar las edades no se me da muy bien.
Calculé, a ojo, la edad del taxista, y la edad de la mujer, y llegué a mis propias conclusiones. “¿Su hijo es taxista?”, le pregunté. Ella me miró con esa sonrisa que no pierde nunca y me contestó: “No, el taxista es mi marido”. Supongo que en ese momento los dos nos dimos cuenta de lo que implicaba mi inoportuna pregunta, pero ambos decidimos dejarlo pasar y proseguimos la conversación como si nada, los dos celebrando las casualidades de la vida.
Yo no sé si esto es producto de vivir en un territorio de 12 km2 o si es el Universo el que maquina un plan supremo que lo equilibra todo a nuestras espaldas, pero anda que no es fuerte que la coleccionista a la que yo di 5 euros y el taxista que guardó mi gorra durante días para poder devolvérmela… ¡sean marido y mujer! ¿Cuál sería el siguiente paso en este ciclo karmático? Creo que algo así:
2. También quienes sigan este blog sabrán cuál es la comida que más echo de menos en la isla: el Whopper. Ya pedí perdón en su momento por no echar de menos el ibérico y las tapas así que no creo que sea necesario reiterarme en la disculpas. Pues bien, no es difícil imaginar cómo se me quedó la cara cuando leí lo siguiente en la carta de un restaurante de por aquí:
“Hamburguesa de carne. Igualita que la del Burger King, pero mucho mejor”. No podía creer lo que veían mis ojos. Celebré el descubrimiento con voces y algarabía. Me faltó tiempo para pedir una. Esto fue lo que me trajeron:
¿Veredicto? Lo que dice la carta es mentira. Nada que ver con la original de la cadena americana. Aún así, era bastante mejor que la que comí la otra vez. Y me ha servido para quitarme el mono. Ya hablo como una Bea La Legionaria de las hamburguesas…
3. Mi tercer descubrimiento del fin de semana han sido los plátanos cuádruples. Aquí en la isla, todo el equipo somos clientes del mismo operador de telefonía móvil (ya le hice la publicidad en la entrada correspondiente).
Pues bien, esta compañía nos somete a un desasosiego constante porque, dependiendo del día, la recarga de dinero que metas a tu tarjeta puede duplicarse, triplicarse… ¡e incluso cuadruplicarse! De esto te enteras el mismo día gracias a los mensajes que envía la compañía. Pero claro, ¿y si recargo hoy, que es doble, y mañana resulta que es día cuádruple, cómo voy a mirar a la gente a la cara? Aunque visto de otra forma, ¿y si no recargo hoy, que es doble, y mañana es sencilla, y no hay triple hasta dentro de una semana y la boda de mi hermana es el sábado y llego sin saldo al día D? Total que esto de las recargas es un sin vivir.
Pero lo realmente curioso es que algo similar, por increíble que parezca, ocurre con los plátanos. Volvía yo de un descanso en la playa cuando decidí alimentarme del producto local y comprar unos plátanos en esta frutería tan apetecible:
Me pedí unos plátanos que compartí con una compañera. Y sí, a ti te dan un plátano. Pero lo que te comes, en medidas españolas, no es un plátano. Porque una sola banana de ésas tiene alimento para cuatro familias numerosas, y aún sobra plátano para hacer un par de Banana Split. ¡Qué barbaridad! “Yo creo que he comido tres plátanos españoles”, dije al acabar el mío. “Lo mío equivaldrían a cuatro”, dijo mi compañera tirando la única monda a una papelera. Así que, igualito que con las recargas telefónicas, aquí un plátano puede valer por dos, por tres, o incluso por cuatro.
4. Y, por último, alegría al descubrir que Parri y Eva González publicitaron subliminalmente mi blog con el resultado de la prueba de líder del pasado jueves: