¿Cuánto cobra, en córdobas, un concursante de Supervivientes?
Pues veamos. Sabiendo que 1 euro equivale a unos 25 córdobas nicaragüenses, y conociendo el caché de cada uno de los concursantes, podemos hacer una regla de tres y llegar a la conclusión de que Óscar Higares, por ejemplo, cobra más o menos… vaya, se me estropeó la calculadora.
En fin. Otro día hablamos de cachés. O no. Ahora voy a aprovechar la pregunta capciosa para adentrarnos en el apasionante mundo de la moneda nicaragüense: el córdoba. Que, en efecto, algo tiene que ver con España. Resulta que se llama así en honor del conquistador español Capitán Francisco Hernández de Córdoba. Como siempre, esto no es que lo sepa yo sino que me lo chiva la Wikipedia.
En el equipo, la regla de conversión que utilizamos es: “15 córdobas son medio euro y 100 córdobas son 4 euros”. A lo mejor es una afirmación matemáticamente contradictoria pero cuando tienes que pagar unas galletas en una pulpería las matemáticas son lo de menos. Y nos va muy bien con nuestras aproximaciones.
Lo que parece que no les va tan bien a algunos es aprenderse el nombre de la moneda y referirse a ella como tal. He oído de todo: “¿cuántos dracmas vale el tabaco?”. “Me debes cien dinares”, le dijo el otro día un guionista un minutador. Eva González, sin ir más lejos, se refiere a la moneda de aquí como “malagueños”. Si a ella le toca hacer las cuentas para pagar unas pizzas, es muy probable que acabe diciendo: “son 300 malagueños cada uno”.
Aunque entiendo la gracia del equívoco y los nombres exóticos, no me gusta demasiado cuando alguien en mi taxi le dice al conductor: “toma, quince lempiras de éstas”. Porque digo yo: ¿cómo reaccionaría un taxista español si llegara un australiano y se refiriera a nuestra moneda como “pesos”? Como poco, se inventaría un impuesto de extranjero y le sacaría 30 euros por la carrera.
En cuanto al valor del dinero, se come por 300 córdobas, se desayuna por 100, y te compras una Fanta Uva por 20. Por cierto que son dos las Fantas particulares que se encuentran por aquí. Las cuales he fotografiado en dos estudiados bodegones:
Tenemos la Fanta de Uva y la Fanta Roja. La primera es, lógicamente, de uva. Y a eso sabe. Y sabe bien además. Pero uno de los grandes misterios de la humanidad es de qué está hecha la Fanta Roja. No es fresa, ni frambuesa, ni cereza ni manzana. No, no, es simplemente Fanta Roja. El otro día, en un descanso, cuatro miembros del equipo examinamos a conciencia una botella de este elixir colorado. Leímos todas las etiquetas de arriba a abajo. Analizamos todos los ingredientes: desde la clásica agua carbonatada hasta el último y más extraño de los antioxidantes. Nada. Ni una sola mención a ninguna fruta, fruto, baya, semilla, flor, planta o cualquier producto que dé la naturaleza.
En la etiqueta, justo debajo de la marca Fanta, sólo aparece la inquietante palabra: Roja. David Lynch, con bastante menos, te hace una película. O toda una serie de televisión: ¿quién mató a la Fanta Roja? El caso es que el debate está servido. Aunque hay quien dice que al lado de la palabra está el dibujo de una sandía. Al final, en una cata conjunta, llegamos todos a la conclusión de que el ingrediente base de este refresco tan colorido debe ser… el jarabe para la tos. Desde luego, es a lo que más se parece. Jarabe con azúcar, para ser exactos. Porque es dar un sorbo a la botella, y casi sientes y escuchas como las caries perforan tus dientes.
Pero bueno, que estábamos hablando de dinero. El billete que más se mueve por aquí es el de 20 córdobas. Es amarillo y tiene un círculo transparente muy molón. Es con el que se paga el taxi. Yo, de hecho, cada vez que lo veo, me imagino que es en realidad un ticket de esos de feria. Un billete, un viaje. En realidad el viaje son 15, pero rara es la vez que llevas un billete de 10 y una moneda de 5. Un día llegué a decir en alto, en la mesa de la comida, que casi prefería que el taxi valiera 20 en lugar de 15. El gazpacho no voló por los aires en dirección a mi cara porque Dios no lo quiso. Pero sabe también Dios que alguno se quedó con las ganas de hacerlo. Y es que con el dinero no se juega. Ni en euros ni en córdobas.
Hoy precisamente he vuelto a hacer uso de los euros después de un mes. Aunque ha sido un uso muy particular. Resulta que al lado del hotel en el que trabajo hay una tienda regentada por una señora muy simpática. Es a donde vamos a por el típico snack de entre horas. ¿Que hay anuncios en el visionado de la gala semanal? Pues para allá que vamos a por unas Ranchitas (como doritos pero picantes).
Una tarde que fui a por algo de picar, descubrí bajo el mostrador de cristal una curiosa colección de billetes. Eran de la dueña de la tienda. Había lempiras hondureñas, quetzales guatemaltecos, pesos mexicanos, dólares americanos y libras esterlinas. Tenía, incluso, este increíble billete por valor de 10.000.000 de córdobas. Y no es un truco ni un montaje. Este billete ha existido y ha sido de curso legal, ¡en 1990!:
Se me ocurre una pregunta: ¿bastaría este billete para pagar el caché de nuestros concursantes? Otro día hablamos de ello. O no. El caso es que esta señora tenía todo tipo de billetes, pero no tenía euros. Así que le prometí que aumentaría su colección y le regalaría un billete de la moneda europea.
Y hoy ha sido el día. Esta tarde rescaté un billete de 5 euros de la cartera que tengo olvidada en el fondo de mi maleta, y me fui para la pulpería. La mujer no cabía en sí de gozo.
Con mucho cuidado, la señora colocó los 5 euros bajo el cristal, junto a la foto de un sobrino suyo empuñando un bate de béisbol. Es como si hubiera dejado un poquito de mí en esa tienda. No se me ocurre mejor forma de gastar 5 euros.