Ayer Lara Álvarez apagó el fuego de la palapa y puso con ello un simbólico final a la increíble aventura que ha sido Supervivientes 2015 para todos los que trabajamos en Honduras. Aún queda mucho programa por ver y más de una gala por disfrutar, pero la ceremonia de clausura de la palapa supone para el equipo desplazado a Cayos Cochinos el principio del fin de nuestro increíble viaje.
Es quizá uno de los momentos más emblemáticos de cada edición y, sin duda, uno de los que más nos unen a quienes estamos aquí. Todos los jueves vemos la gala en compañía, pero este último directo siempre consigue aglutinarnos a todos de un modo especial. Y cuando llega el momento de que la presentadora diga adiós, se hace un silencio absoluto y no es raro que compañeras y compañeros se den la mano antes de sentarse en el filo del asiento para escuchar con total atención. Vistos desde fuera, cualquiera diría que estamos asistiendo a la llegada del hombre a la luna.
Mientras escuchábamos a Lara ayer, una redactora que finaliza ahora su primera edición de Supervivientes susurró a mi lado: "me va a hacer llorar". A mi izquierda, otro redactor se secaba ya los ojos. Entendí que las palabras que pronunciaba la presentadora mientras se iban apagando las diferentes zonas de la palapa, confesando entre lágrimas que el programa había cambiado su vida, resonaban con especial significado para mis compañeros primerizos porque ellos podían suscribir cada uno de los sentimientos de los que hablaba Lara. Igual que ella, vinieron a Supervivientes a desempeñar un trabajo, pero regresarán la semana que viene a España con mucho más que una nueva línea en el currículum. Regresarán, como dijo Lara, con "familia, amigos, cariño y amor".
La canción que sonaba en palapa mientras Lara decía adiós era People help the people, de Birdy. Una frase de esa letra simboliza a la perfección lo que nos une a quienes trabajamos aquí y, también, lo que une también a los concursantes de este programa. Solemos pensar que los concursantes superan la durísima experiencia de aislamiento que supone Supervivientes gracias a que aprenden a pescar y hacer fuego, pero también sobreviven estos noventa días gracias a que aprenden a ayudarse unos a otros. Y a hacer de una isla desierta, un hogar. "If you are homesick, give me your hand and I'll hold it", dice la frase en la canción ("si sientes nostalgia de casa, dame tu mano y la apretaré"). Ayer, Rubén había llorado en la arena de la playa, superado por lo mucho que echaba de menos a los suyos. Echando de menos su casa y su normalidad. Rafi Camino se acercó a él e hizo exactamente lo que dice la canción: tenderle la mano. Dejando claro que estaba ahí para él. A veces no hace falta más que una mano amiga para superar cualquier cosa.
Por suerte, en el equipo de Supervivientes, manos amigas hay en cada compañero. Sólo así puede sacarse adelante un programa tan complicado y que exige tanto de todos los que estamos aquí. Hacer de Honduras un hogar es un mérito que debemos adjudicarnos igual que nos adjudicamos méritos técnicos o puramente televisivos.
Por eso, porque Honduras ha sido nuestro hogar durante los últimos noventa días, sentimos que el apagado de la palapa equivale a ese momento en que uno apaga por última vez las luces de una casa antes de mudarse. Ahora sólo queda esperar a que esas luces, y ese fuego, vuelvan a encenderse.
Todas las fotografías son de Rafa Mesa.