Hoy mismo, jueves por la mañana, Malena y Sonia han aterrizado en Corn Island. ¡Las tengo a menos de dos kilómetros a la redonda! En estos momentos estarán ultimando los preparativos para su gran aparición en la gala de esta noche, que se prevé movidita con la llegada de ambas mujeres, curtidas ya en materia de realities: Sonia en Gran Hermano 4, y Malena en Hotel Glam. Y yo confieso que he votado en la encuesta que tiene en marcha Telecinco.es para decidir quién queremos que concurse en Supervivientes. ¿A quién habré votado? La prueba definitiva de que se acerca del advenimiento de estos dos animales televisivos es el hecho de que yo ya dispongo de sus caritas en mi programa de catalogación.
Son las ventajas de Internet. Que ya puedes estar en la isla más recóndita del Caribe que, si tienes una conexión a mano, lo mismo actualizas el facebook para presumir de trabajo, que votas en una encuesta para decidir entre Malena y Sonia. Y es que seremos trabajadores de Supervivientes, amantes de la aventura y todo eso, pero disponemos de una conexión a internet parecida a la que tendríamos en casa. Un lujo. La productora se ha preocupado de tenernos contentos y en los principales hoteles de trabajo disponemos de un wi-fi que nos permite, siempre hablando en términos caribeños, hablar con nuestras familias por Skype, recibir y mandar mails o ver los movimientos de nuestras cuentas. Y no sólo quienes trabajamos en Corn Island. ¡Los que duermen en los cayos también tienen internet allí, en medio de la nada! El nombre de nuestra red no podía ser otro: Supervivientes. Y nuestra contraseña: *******.
En el hotel donde están las salas de montaje y desde donde se envía y recibe la señal de satélite que nos comunica con Madrid, el mejor sitio para pillar buena señal es el comedor. No es raro el momento en que dicho comedor se transforma súbitamente en un cibercafé. Al fondo, una editora habla a su pantalla y se muere de la risa con el chiste que le ha debido contar su novio desde Madrid. A su izquierda, Eva González y su peluquero echan la sobremesa repasando en YouTube grandes éxitos de la copla de hoy y de siempre. A su derecha, un cámara nocturno actualiza su Facebook desde el iPhone mientras se le caen los ojos porque el pobre no ha dormido desde ayer. Un poco más acá, la guionista pide silencio porque está escribiendo un mail de trabajo a Madrid enumerando el contenido de los vídeos que va a enviar por el satélite.
El cocinero, que está bromista, la ve quejarse y sube el volumen del reggeatón para picarla, momento en que entra en escena desde la calle el asistente de la presentadora, que viene con su netbook en la oreja hablando a gritos con su compañero de piso en España y, al oir la música, grita “¡culazo!” y se marca allí mismo unos segundos de perreo. Ay, qué felices nos hace internet.
Lo malo es que podemos pasar de la alegría al llanto con la misma facilidad que Trapote. Porque justo en el momento en que la editora ríe con más fuerza, el peluquero se arranca con las palmas, el cámara nocturno consigue abrir los ojos y la guionista tiene listo el mail del trabajo, se oye una tímida vocecilla que pregunta en alto: "¿se ha caído internet?" Los gestos se ralentizan. Las caras se alargan. Los ojos se abren en señal de incredulidad.
Sólo faltaría que el cocinero DJ pinchara el típico “wua-wua-wuaaaa” de los dibujos animados para poner banda sonora a la escena de crisis. Entonces comienza el baile de técnicas para recuperar la señal. La editora reinicia el ordenador. El asistente de la presentadora se sube a una silla y alza el netbook para ver si por allá arriba se pilla alguna onda. Y uno que se cree muy listo intenta ver si metiendo otra contraseña la cosa funciona y empieza a probar con palabras relacionadas con el concurso: cabaña, telecinco, magnolia, ermitaño... Pero en el fondo todos saben que la única solución verdadera es sentarse a esperar. Que alguna razón habrá para la desconexión y, como ocurre con las hormigas voladoras pero al revés, igual que se va, viene. Éste es el hotel en el que ocurre todo:
Pero además de las redes en el trabajo, y ya dependiendo de la suerte de cada uno, en nuestros alojamientos también tenemos internet la gran mayoría. Mis compañeros que viven en casas particulares tienen más espacio y lujos con los que ni me atrevo a soñar (¡una cocina!), pero a cambio no suelen tener internet en la comodidad de su habitación, cosa de la que sí disfrutamos quienes vivimos en hoteles. Sobre el tema de las casas particulares en las que viven algunos, ronda ahora la leyenda urbana de que uno de los informáticos vive en una que tiene hasta jacuzzi. Entre todos estamos intentando investigar. A ver si logramos confirmar estas informaciones.
Por cierto que, además del de nuestro comedor, en la isla existe otro cibercafé. Uno de verdad.
Y no es que yo quiera criticar ni nada de eso, pero creo que si hubiera un certamen internacional de nombres de negocios poco afortunados, "Inversiones Downs" quedaría, por lo menos, finalista. ¿Cómo puede asociarse la palabra Downs (bajones) a la palabra Inversiones? ¿Qué ganas tendría nadie de invertir en algo así?
Malena y Sonia, seguro que ninguna. Sobre todo porque seguro que se les ocurren otras formas de hacer caja aprovechando el tirón de Supervivivienets. Yo apuesto por una canción del verano cantada a dúo por las dos rubias y con un videoclip de inspiración náufraga.