Unanimidad
El fútbol salva muchas veces situaciones de tensión o de dolor. Ayuda a olvidar malos momentos. Hace vivir con intensidad alegrías compartidas. Hoy siento que genera en nuestro país una potente unanimidad. Nadie entiende ese banquillo. Nadie logra captar las razones para que un excelente deportista tenga las piernas y los brazos atados a un maldito banquillo.
Iker Casillas sufrió mucho la temporada pasada con un entrenador que no pienso ni nombrar, que reunía condiciones para cogerle manía y que salió de nuestro país con la mochila llena del desprecio de mucha gente. Y ahora resulta que el que llega, repite la misma acción: Iker no juega, Iker se vuelve a sentar en el banquillo.
Cuando un deportista le roba el corazón a tantísima gente como él ha logrado hacer con tantos de nosotros, se convierte en parte de nuestro propio corazón y no permitimos fácilmente que se le haga daño. La historia de Iker es la historia del esfuerzo, el sacrificio y la entrega. Es futbolista pero hubiera hecho lo mismo en cualquier otro trabajo que le hubiera puesto la vida delante. Es un tío serio y sabe que hay que trabajar y hacerlo bien. Es el mejor, el mejor del mundo y ahora tenemos que tragar que no le permitan hacer lo que mejor hace, lo que más le gusta: parar goles, estar bajo los palos de las porterías y dar felicidad a la gente que le sigue.
En la foto que os he puesto, vemos a Iker pensando y con gesto socarrón, como diciendo: no intentéis hacerme más daño que puedo salir corriendo. Los directivos del Real Madrid deben estar mal de la cabeza cuando permiten que ocurran cosas como ésta. Nuestro portero, nuestro mejor portero, atravesó un desierto la temporada pasada pero no habló ni se quejó demasiado. Aguantó sin jugar sabiendo que eso no era bueno para él como deportista. Ahora no volverá a ocurrir lo mismo: ahora tomará decisiones.
Puestos a soñar nada me haría más feliz que mi amiga Sara acabara paseando su bebé por las calles de Barcelona. Allí, en mi ciudad, Iker Casillas sería recibido con los brazos abiertos, estoy segura. Y si eso pasara, si eso llegara a ser una realidad, estoy convencida de que sería producto de un inmenso error de un club al que él le ha dado todo, absolutamente todo.
Un jugador necesita jugar, un portero necesita saltar como un guepardo y parar goles, necesita gritar con el corazón en la garganta a sus compañeros y recibir el apoyo y los aplausos de los aficionados. A un monstruo como Iker no lo podéis amarrar al banquillo, no lograréis que se esté quieto por más tiempo, ya os ha demostrado que es paciente y comprensivo pero todo tiene un límite. Iker Casillas tiene el cariño de millones de personas que gritaremos lo que haga falta para verlo salir al terreno de juego. No os permitiremos por más tiempo que juguéis con sus emociones, con su equilibrio ni físico ni psicológico.
Somos muchos los que queremos a este chaval que nos ha dado tantas alegrías; que ha logrado subir a lo más alto la copa que nos hizo campeones del mundo y eso no lo olvidamos fácilmente. No toquéis a Iker, no vaya a ser que os acabéis arrepintiendo.