El tren de la muerte
Ya os lo habrán dicho todo. Estaréis aterrizando en el pozo del dolor sin haber comprendido bien de dónde llegan las noticias más negras. Cuando las horas confirman los peores temores y los médicos tienen en sus manos cuerpos muy malheridos que luchan por mantener con vida, solo puedo enviar desde aquí mi corazón entre las manos.
Ese corazón está cargado de cariño y furia.
La furia que todos sentimos ante la salvajada de conducir un tren a una velocidad extrema como si jugara en un scalextric. No todos los trenes son el AVE. Lo digo porque hace muy pocos días que viajé en un ALVIA y en algunos momentos del trayecto: San Sebastián-Madrid, al margen de parones varios producidos por fallos en el sistema informático, el conductor nos llevaba a tal velocidad que el temblor de los vagones era casi insoportable. Recuerdo haber temido que ocurriera un accidente. Hoy ya no es temor, es realidad.
A todos los familiares, amigos, conocidos, a todos los que lloráis por la muerte de los que esperabais, a todos, os llega mi corazón entre las manos como un símbolo de cercanía y caricia.
A los que luchan por seguir vivos, a sus familiares, sus amigos, a sus conocidos, mi corazón de esperanza.
A todos mi mayor abrazo, el que trata de acercaros un segundo de consuelo con ese corazón blanco entre las manos.