Se trata de una locura
La foto que hoy tenéis en mi post es el reflejo de una chaladura. Esa foto corresponde al dorsal que llevaré puesto todos los días que permanezca en Mongolia participando en una carrera de bicicletas de montaña. Así como suena: bicicleta, Mongolia, carrera. Jamás pensé hacer nada semejante. Jamás se me pasó por la cabeza guardar en una caja de cartón mi bicicleta de montaña, hacer una maleta pequeña, conseguir un visado y volar miles de kilómetros hacia un país que desconozco. El culpable se llama Willy Mulonia. Él es el que me ha empujado, me ha llenado la mochila de ilusión y contagiado la pasión que a él le ha movido toda la vida. Pero hay otra responsable, otra persona que me habló por primera vez de esa aventura y me metió el gusanillo en el cuerpo: Malena Gómez Fridman.
La campaña de Mediaset para Menorca, la campaña de '12 meses' para ayudar a mantener limpias las playas de esa isla tan querida, se iba a poner en marcha: “Este verano, antes de guardar la toalla, limpia tu metro de playa”. Volábamos a Mahón y fue en ese avión cuando me dijo: “Oye ¿y tú no te animarías a participar en la carrera de bicis en Mongolia?” La primera reacción fue “NO”. NO, en ningún caso. No conocía los detalles, pero me sonó a aventura enloquecida de un grupo de deportistas pirados que buscan lo más difícil. Tenían todo mi apoyo, mi respeto, mi admiración, pero ni por asomo pasaba por mi cabeza seguir sus pasos. Eso fue en el avión, luego las cosas fueron cambiando.
Conocí a Willy Mulonia el día que presentamos otra campaña de Mediaset de '12 meses', en esa ocasión se trataba de apoyar el uso de las bicicletas: ”Sobre ruedas la vida me gusta más” www.12meses.com. Compartimos mesa en la rueda de prensa y enseguida sentí que aquel hombre era el que tenía, con gran diferencia, más fuerza y más conocimientos que todos los demás. Apunté mentalmente volver a verle, hacerle preguntas, saber de su historia. Al fin y al cabo compartíamos amor por las bicicletas y de ellas sacábamos fuerza y felicidad. Eso pensé pero la vida, como casi siempre, me volvió a sorprender.
Su vida, su peripecia, era tan intensa que cualquiera de la de los demás se quedaba pequeñita a su lado. Willy es italiano, de Brescia. Tiene 45 años. Es ciclista, es atleta, es un portento físico. Conoció los limites de su cuerpo y de su mente cuando tomó la decisión de dejar atrás la vida que llevaba y pedalear hasta el infinito.
En 2001 Willy Mulonia recorrió 26.837 kilómetros, desde la Patagonia hasta Alaska subido en una bicicleta acompañado de Wayki, un perro abandonado que encontró por el camino.
Su objetivo no solo era hacer kilómetros, recorrer países o conseguir un reto; quiso que ese viaje tuviera un sentido más profundo y se ofreció a Amnistía Internacional para ser portador de su mensaje contra la tortura. Atravesó varios países que habían sufrido esa lacra y convivió con personas que le apoyaron y aplaudieron su mensaje porque la habían conocido en sus propias carnes o en gentes muy cercanas. Su testimonio ayudó a muchos.
Willy fue cambiando su forma de pensar al mismo tiempo que sus piernas se agotaban en los caminos. Cambió la prisa por la curiosidad y decidió que no volvería a pagar por dormir, que lo haría allá donde se lo ofrecieran sin jamás cuestionar el lugar ni las personas que lo hicieran. Así fue como conoció a decenas de seres humanos, que enriquecieron una personalidad ya muy potente antes de dar la primera pedalada.
Si alguno de los que estáis leyendo este post os interesa saber cómo fue aquella extraordinaria aventura, podéis leer más detalles en su web www.willyextreme.com.
Entenderéis mejor ahora el titulo de este post: se trata de una locura. No sé en qué acabará esa aventura pero me he pertrechado bien para realizarla; no voy sola. Mis compañeros de “Diario de...” se han unido al viaje y juntos realizaremos un reportaje especial que podréis ver a nuestra vuelta. No está planteado como una investigación, sino como el relato de un reto extremo de un grupo de deportistas que van a recorrer 1000 kilómetros por etapas en un país que los que lo conocen cuentan que resulta apasionante.
“La pasión mueve el mundo” escribe Mulonia en el prólogo de un libro de fotografías de Mongolia que trajo el día que nos convenció. Comparto esa frase en su totalidad y es ella la que me mueve a mí a embalar mi bicicleta y dejarme arrastrar a una aventura incierta. Si se trataba de una locura, lo sabréis por mí: pienso compartirla con todos vosotros desde este blog y desde la web de T5.
P.D. Si alguien quiere darme consejos para que nuestros días en Mongolia sean mejores, si tenéis experiencia en aventuras semejantes, escribidme ¡serán bienvenidos!