Ya llegó el silencio. Ayer Olga Viza, su amiga y mi amiga, Olga, me mando un mensaje que dolía: “Seve se nos va...” Y ya ha llegado el silencio.
He decidido quedarme con su guiño, con el guiño de esta foto que rezuma lo que siempre recordaré de él.
Severiano Ballesteros gozó como nadie y ha sufrido como todos.Cuando fue feliz, cuando triunfó en el golf en el mundo entero, no siempre supo ser amable. Hay que entender que es casi imposible ser tan querido, tan admirado, idolatrado incluso y seguir siendo amable. Cuando el tumor cerebral lo tiró al suelo empezó a entender que solo merecía la pena ser buena persona, ser amable. “El cáncer me ha hecho mejor persona” nos dijo cuando las cuatro operaciones en su cerebro le dejaron hablar. Suele ocurrir: esa enfermedad te coloca otras gafas y la vida no es nunca igual tras pasar por ella.
Luchó como todos los enfermos, obedeció a rajatabla a sus médicos, respetó sin rechistar todo lo que le hicieron y creyó, también como tantos enfermos, que había vencido. Pero el suyo era un tumor enrevesado; se había adherido a los pliegues de su cerebro y ningún médico logó arrancárselo del todo. Sabía lo que había, sabía todo lo que pasaba y llegados a un cierto punto debió pensar que no merecía la pena seguir luchando.Muchos, muchísimos nos hemos quedado con un inmenso agujero en el corazón. Ahora lo tendremos vigilándonos. Ahora estará con nosotros en la forma que cada uno queramos darle. Esa energía tan poderosa no desaparecerá porque la muerte haya llegado. Esa energía Ballesteros nos contagiará y sabremos que siempre podemos echar mano de ella.
Estés donde estés, Seve, no dejes nunca de guiñarnos el ojo. Ahora que el silencio te rodea, no dejes de sonreír. Ahora ya sí, descansa tranquilo, descansa en paz.