El Rey y los pepinos
Una amiga me ha mandado esta foto cuando empezaba a escribir hoy este post. Quería unirme a la campaña a favor de nuestros pepinos aunque poco podamos hacer cada uno de nosotros para ayudar a todas las personas que se han visto arrastradas por un auténtico tsunami por culpa de un error. La ministra alemana de Agricultura y Defensa del consumidor, Ilse Aigner, pidió excusas cuando ya había destruido la vida y las empresas de muchos españoles.
Hay minutos malditos en los que nuestra existencia se convierte en un abismo vertiginoso y lo que parecía seguro, salta por los aires sin que esté en nuestra mano hacer nada para evitarlo. Así de frágiles somos. Por culpa de unas palabras precipitadas se han perdido millones de euros y, lo más importante, el trabajo de muchas personas. El daño es muy grande y se acaba de saber que los afectados han decidido actuar por su cuenta porque no están contentos con la defensa que nuestro gobierno ha hecho de todos ellos. Impotencia, incredulidad, indignación y con seguridad miedo, es lo que en éstos días tiñe las horas de todas las personas afectadas. No sé si les ayudará sentir el apoyo de todos los que podamos hacer algo para aliviarles pero si así fuera, aquí tienen también el mío.
El Rey y los pepinos es el título de este texto. La casualidad los ha unido. Había empezado a enviar este mensaje de apoyo a los agricultores cuando he leído la noticia de que Su Majestad El Rey está muy enfadado con la prensa y se han tomado medidas que cambian la relación de la Familia Real con los periodistas. No doy crédito. Me ocurre lo mismo que me ocurrió cuando escuché las acusaciones de la ministra alemana contra nuestros pepinos: ¿con qué derecho acusan de esta forma tan grave a estas hortalizas de ser las causantes de la muerte de varias personas en Alemania? ¿Tan seguros están? ¿Y si no es esa la razón, cómo van a resarcir a las empresas que sufrirán daños incalculables?
La Monarquía volvió a España tras el franquismo. Don Juan Carlos y Doña Sofía tuvieron que hacer un trabajo lento y cuidadoso para conseguir que los españoles, la mayoría de nosotros, les respetáramos y valoráramos como una Institución necesaria y, sobre todo, querida. Lo han hecho bien y sabido es que el examen que dio al Rey su sobresaliente fue su defensa de la Constitución y el Gobierno democrático la noche del 23F. Ese trabajo de encaje de bolillos ha pasado por momentos de todo tipo y no habrán sido pocas las crisis vividas. Todas resueltas, todas superadas.
Sin embargo hoy, al leer esta noticia que comento, he sentido que no tenían derecho a hacer lo que estaban haciendo. Hoy la actitud del Rey o de los que trabajan con él no me ha gustado nada; no sé qué pensaréis vosotros.
El Monarca puede enfadarse todo cuanto quiera por la forma en que se habla de su estado de salud en los medios de comunicación. Puede incluso, como ha hecho, comentar con los periodistas que acuden a un acto oficial su malestar o incluso, como diría él su cabreo; pero lo que desde mi punto de vista no puede hacer ni el Rey ni los que trabajan a su lado, es tapar los micrófonos ni callar la boca de nadie y mucho menos si, como es habitual, las preguntas de mis colegas son absolutamente correctas. No es admisible que al Rey no se le pueda preguntar nada. No podemos asumir que de ahora en adelante no volveremos a escuchar preguntas de periodistas ni respuestas de los Reyes ni de los Príncipes. Flaco favor le han hecho a la monarquía con esta medida. Error inmenso que costará remediar por mucho que lleguemos a escuchar como lo hemos hecho de la ministra alemana que se trató de un error por el que pide excusas. El daño está hecho.
Ni los pepinos eran culpables de la muerte de ningún ser humano, ni los periodistas de que nuestro Rey no tenga buena cara. La salud es importante y la del Rey también. No permitamos que desde la Zarzuela decidan cómo debemos dirigirnos a unas personas que están al servicio de todos los españoles. Los que así lo han decidido están jugando con fuego.