En verano queda todo al descubierto. En verano ya no valen jerseys tapadores ni camisas largas aunque sean monísimas; en verano todo lo que hay en nuestro cuerpo pasa a ser público y notorio.
Pero para mí, lo peor es la barriga. La barriga es esa parte del cuerpo que nos pongamos como nos pongamos siempre sobresale más de lo que nos gustaría. Puedes hacer régimen, deporte, beber agua, ir muy requetebién al lavabo, meterla para adentro; puedes hacer de todo que, a una cierta edad, ella va por libre y no tiene en consideración el disgusto que te da cada vez que te miras de perfil en un espejo. Esto es así y no hay quien lo remedie.
Cierto es que hay cosas peores en más y en menos. Os pongo dos fotos que ilustran esta frase: la primera es la de Joan Laporta, flamante y delgado president del Barça durante varios años. Ahora, como veis, se ha desatado y ha perdido todo atisbo de vergüenza torera. Botella de champagne francés en mano y puro en la otra, no se recata en mostrar al mundo esa panza peluda y sobresaliente que le hace parecerse tanto a un orangután enjaulado. Me cuentan que Laporta ha dado un giro a su vida, que ya no se siente obligado a dar ejemplo a sus jóvenes jugadores y que ha tirado por la calle de en medio y se ha desmelenado. Por supuesto ha cambiado de pareja, ha bajado la edad de la chiquilla y ha escogido una mujer delgada y fina a la que no le debe importar tantos kilos en lo alto. Porque... ¿no os resulta desagradable el aspecto de nuestro ex president?
La barriga, como siempre, la barriga es lo peor. Os lo vengo diciendo.
En el otro lado de la balanza están esas chicas que se pasan de rosca el adelgace y muestran excesivas arrugas producto de haber perdido hasta las entrañas. ¡Cuántos minutos de esfuerzos y sacrificios tienen esas barrigas detrás...cuántas comidas deliciosas perdidas y cuántas obsesiones encima de una báscula! Los huesos del cuerpo de esa mujer trabajan el doble de lo que deberían porque no les cubre ni la carne ni el músculo: lo han perdido casi todo. A mí me dan pena porque aunque odio mi barriga rebelde, la prefiero a esa pelleringa sin vida ninguna.
Por lo tanto queda claro que ni tanto, ni tan calvo. Lo mejor: una alimentación sana, comida con deleite y tranquilidad, no engullida como si de un perro hambriento se tratara, buen deporte, caminar, nadar, dormir y leer un libro que te acompañe y te transporte a lugares donde no hay nadie más que los que tu fantasía decide.
Barriga, eres lo peor, pero no me amargarás mis días de vacaciones en esta isla que amo por encima de todos los demás lugares que conozco.