El pecho de una mujer
Hoy hemos sabido que Esperanza Aguirre tiene cáncer de pecho. Le ha ocurrido como a tantas y tantas mujeres: una revisión rutinaria ha levantado la alarma y hay que correr al quirófano. Me parece admirable la forma de reaccionar y de afrontarlo de la Presidenta de la Comunidad de Madrid: ha compartido su enfermedad con la gente a la que agradece las muchas muestras de apoyo y cariño que le mandan.
Esta sinceridad de un cargo público es algo relativamente nuevo entre nosotros. Ya vivimos el cáncer de pulmón del Rey y valoramos en su momento que compartiera su verdad con todos. Es sano, es maduro, es democrático.
Hoy os pongo dos fotografías opuestas. Una, la de Angelina Jollie, dejándose arrullar por un caballo muestra la utilización del pecho de una mujer como solemos verlo: erotismo, belleza, sugerencia. La otra es el desgarro, el resultado de una lucha, la valentía. Cuando esta fotografía se colgó en una de las redes sociales más conocidas, fue censurada por ser “excesivamente explícita”. Tuvieron que rectificar y reconocer que estaban en un error; dar marcha atrás y volver a publicarla.
La mujer que se prestó a enseñar las secuelas de una mastectomía, de una operación que extrae un tumor maligno de una mama, quería mostrar su realidad, su pecho diferente. Para ella, como para todas las que han pasado por esa operación castradora de una parte tan importante de nuestro cuerpo, dejarse ver, dejarse retratar, fue un gesto de valor que nadie podía censurar por muy inmensa que fuera su fuerza en la red.
Tengo amigas que viven con grandes dificultades con esa imagen de su cuerpo en el espejo. Tengo amigas que no han sido capaces de desnudarse nunca más delante de sus parejas y han dormido años enteros con una camiseta que tapaba esas heridas que les habían salvado la vida; tengo amigas que pasados los años han querido hacerse fotos y colaborar con éstas campañas para enseñar con orgullo su victoria frente al cáncer de mama.
El pecho de una mujer, nuestro pecho, es extremadamente importante para nosotras. Parece como si hasta el caballo disfrutara de ese tacto. El pecho de una mujer esconde a veces muy malas noticias pero ya no estamos dispuestas a ocultarlas. Hay tantas esperanzas de vencer a la enfermedad maldita que queremos enseñar cómo quedan las heridas y no olvidar jamás que hay caminos para que la vida siga adelante.
Esperanza Aguirre acaba de empezar el suyo. Yo le deseo desde aquí la más rápida recuperación y el menor número de secuelas en su cuerpo y en su mente. Para lograr todo eso sería bueno que escuchara a cualquiera de las mujeres que un día decidieron colocarse frente a la cámara del fotógrafo y decir: este es mi pecho hoy, estoy viva y soy feliz.