Mi padre

telecinco.es 29/02/2012 13:08

Esta mañana había muchas llamadas en mi móvil. Enseguida he pensado que no iban a ser buenas noticias. Este post que escribo en el avión volando a Barcelona es una necesidad para mí. Llevo cuatro años compartiendo con todos vosotros muchas cosas de las que me pasan y esta es, con diferencia, la más importante.

Cada mañana, al día siguiente de un programa, suelo despertarme pronto aunque me haya acostado poco antes de esa hora. Suelo despertarme alrededor de las 8, que es la hora que se conocen las audiencias. Con tan pocas horas de sueño en el cuerpo, abro apenas un ojo y miro el móvil. Necesito ponerme las gafas para ver el numerito de la audiencia que me manda Pilar Blasco pero no me cuesta nada volver a dormirme casi de inmediato. La información que recibo me ayuda a descansar unas horas más porque casi siempre suele ser buena, no me falláis.

Hoy, sin embargo, había muchas llamadas perdidas y todavía no habían salido los resultados de nuestro trabajo de anoche. He pensado inmediatamente en él.

Ayer Martes, me quedé en Barcelona con mis padres hasta el último minuto posible porque él había tenido unas décimas y tuvo que venir el médico a casa. Cuando lo vio llegar dijo: “bien ahora ya estamos salvados". Mi madre y yo nos reímos y el doctor Solanes me comentó: “este hombre es genial; cómo no voy a venir a verle aunque sea tarde y vaya ya camino de mi casa”.

Lo dejé con su pijama y su bata de cuadros verdes de toda la vida y le puse calcetines porque me lo pidió: “ten cuidado con los dedos que son peligrosos”, me decía siempre que le ayudaba a vestirse y cuando terminaba y no le había hecho daño, me daba besitos en el brazo que le quedaba cerca por estar yo aún agachada. Lo lavé bien, le dejé oliendo a crema Nivea y le peiné esos pelos de Einstein que le quedaban revueltos de su paso por la almohada. “Qué gustito, qué bien”. Le dimos su desayuno y se quedó tan contento. La última imagen que tengo de él es sacándome la lengua para responder a la mía como gesto de despedida.

Yo me fui a la estación, me despedí de Polis, el hombre al que todos queremos en nuestra familia y que ha sido uno de los que ha tratado de encontrarme esta mañana por teléfono sin conseguirlo y me metí en el AVE: ese lugar que es desde hace muchos meses un refugio casero para mí.

Desde el tren hablé con mi madre y me quedé tranquila. Cuando en el camerino mis compañeros me preguntaron cómo estaba papá les conté las últimas anécdotas que todos recibían entre risas y que solían terminar con las palabras de mi Alvarito diciendo: “qué grande, qué grande”

Mi padre ha muerto esta madrugada. Le ha dicho a mamá que se moría y mi madre le ha dicho: “José Luis no digas tonterías”. No ha sufrido, se ha quedado tranquilamente dormido con sus manos entre las de mi hermana y su mujer.

Mi padre va a hacer llorar a mucha gente pero del que más me acuerdo en estos instantes antes de verlo ya sin vida en esa cama donde nací yo, es de Víctor, un camarero de Madrid que lo adoraba y al que tendré que telefonear para decirle lo que él creía que no ocurriría nunca: “se ha ido el One, Victor” . Así lo llamaba él, para que quedase claro que por muy famosos que fuésemos mi hermano y yo, nuestro padre pasaba siempre por delante.

Nuestro padre siempre fue un hombre fiel, bondadoso y divertido.

Él no lo supo hasta el final de su vida porque los que hacían reír a todo el mundo en su casa eran sus hermanos Leopoldo y Alfonso, pero éstos últimos años que los dos se fueron a esperarle al cielo, se ha vengado y nos ha hecho reír a todos cada día. Sus nietos no olvidarán a su abuelo cantarín y sordo que decía cosas tan raras y ponía cara de enterarse de todo aunque no hubiera pillado ni media.

Mi padre ha sido un hombre generoso y lo saben todos los que han estado cerca de él durante toda su vida.

Mi padre era el rey de su casa como lo son todos vuestros padres de las vuestras. Por eso comparto hoy con vosotros esta fotografía que le hicieron el último día de Reyes. No debió dudar ni un minuto en ponerse la corona de papel y comerse muy a gusto un tortel lleno de sorpresas que él no sabía que contenía su propio viaje al otro mundo.

Mi padre fue piloto de aviación y confesó una vez a un periodista que supo escucharle, que cuando volaba era cuando se sentía verdaderamente el hombre más feliz del mundo y lo demostraba cantando a voz en grito en pleno cielo. Así quiero recordarlo y así , con éstas palabras precipitadas en pleno vuelo, quiero compartir su fin con todos vosotros.