El mar
Una bolera que me conoce bien me mandó ayer esta fotografía. Me decía que a mí me pasaba como a esta tortuguita: ya puedo vislumbrar el mar en el horizonte. Anoche acabó GH12 y el mar, aunque aún tardará en estar tan cerca como para ella, sí está allá a lo lejos, ya lo puedo incluso oler.
Si pienso en este ser recién nacido que tiene que recorrer el espacio que va de su lugar seguro a su futuro, me imagino un corazón acelerado, una mirada desconcertada, un inmenso olfato y mucha prisa. Le mandé la foto a mi hermano Lorenzo y él, con más realismo que yo, me contestó que esa tortuguita no era fácil que llegara nunca al mar, que seguramente se la comería una gaviota, si el que hizo la foto no lo evitaba.
Prefiero pensar que su carrera desenfrenada en pos del agua salvadora, tuvo éxito y en estos momentos nada feliz en aguas acogedoras. Ayer supe que una amiga muy querida conoció ese resultado que nadie queremos escuchar tras una biopsia: “es maligno”.
Muchas sabéis de lo que hablo, muchas habéis sufrido ese momento de terror e incertidumbre, de agujero de vértigo debajo de los pies. Hoy necesito que me ayudéis a decirle a mi amiga que todo irá bien, que su pecho logrará salir con vida y que si hace caso de lo que las que sabéis de esto decís, todo será más fácil. Hoy hay que ayudar a una mujer a atravesar una distancia de vértigo porque se puede, porque muchas manos nos llevarán a la orilla.
Mi amiga bolera sabe que eso es así y sabe que hay fuerzas que se esconden, como los fondos marinos que visitará esta tortuguita, en rincones que ni sospechamos que existen.
Hoy vuelve a empezar la lucha y como siempre, no nos ha dejado descansar ni 24 horas.