Halo de esperanza
Cuando todo parecía perdido, Jose Mª Olazábal, el capitán del equipo europeo de golf en la Ryder Cup, les dijo a sus doce jugadores ,que iban perdiendo este emblemático torneo, que aún había un halo de esperanza. Con esa frase se fueron a la cama a tratar de dormir aunque me los imagino luchando a brazo partido contra los fantasmas y los miedos que les amenazaban. No parecía casi ni posible que el equipo europeo de golf pudiera recuperar el terreno perdido frente a los norteamericanos. Pero el capitán les dijo: “creísteis que era posible y lo lograsteis”.
En momentos como los que vivimos un triunfo como éste es mucho más importante que en otros menos turbulentos. El deporte es una fotografía muy útil a veces para representar lo que necesitamos para salir del barro. Cuando esta mañana he visto la fotografía de Chema Olazábal besando la copa dorada de ese torneo mítico, he cruzado los dedos y he pensado: ¿será verdad que ha sido capaz? Cuando leyendo la noticia he sabido que habían logrado lo que parecía imposible, he pensado que ese ánimo es el que necesitamos nosotros, el que hay que conseguir como sea para recuperar el equilibrio y volver al camino de las cosas bien hechas.
Este jugador de golf tímido, y en épocas de su vida conocedor de meandros dolorosos, se comprometió a recoger el testigo que Severiano Ballesteros dejó a la vera del camino y se fue a América con un grupo de los mejores a intentar conseguir lo que nuestro Seve había logrado anteriormente. Todos dicen que la emoción de ese torneo no es comparable con casi ninguna victoria individual y a mí eso me sirve más todavía. Si es la unión del grupo la que aumenta su efectividad, debemos tomar buena nota y no olvidar que también nosotros tenemos que poder salir de ésta.
Hoy Iñaki Gabilondo, en su comentario en la web, afirma que somos los ciudadanos los que estamos rodeados; los ciudadanos los que no entendemos nada de lo que está pasando; los que nos sentimos aleccionados sin percibir razón ninguna que signifique una responsabilidad o culpa en nuestro comportamiento. Iñaki dice y, para mí dice muy bien, que no olvidamos de dónde proviene la semilla del mal y que no hemos visto todavía a nadie pagar por ese pecado.
Saldremos adelante, tenemos que lograr hacerlo aunque parezca imposible, como nuestros jugadores lo han hecho: haciendo las cosas a la perfección, siendo mejores que los de enfrente. Tiene que haber un halo de esperanza.