Cuando recibí su primer mail, me puse a pensar cómo podría conseguir lo que me pedía y no se me ocurrió nada. No ha pasado ni un mes y hoy recibo esta fotografía. Os cuento.
Pidió por Internet a un grupo de amigos un coche viejo; un coche viejo que funcionara pero que estuviera ya arrinconado o, incluso, preparado para el desguace. El plan era atravesar varios países y entregarlo en un pueblo pequeño de Macedonia, Rotino, donde le iban a sacar gran rendimiento.
Lo más complicado era encontrar el coche y cuando lo logró, lo difícil fue arrancar fechas al calendario. Por lo que veo todo ha sido posible y esta foto que hoy os cuelgo demuestra que lo que parecía una quimera, ha acabado siendo real seguramente porque el objetivo merece la pena.
Cuando uno se mete en un coche viejo y casi no se ha parado a mirar los mapas, la vida te puede sorprender en cada esquina. Dicen los que salen solos a hacer el Camino de Santiago que precisamente esa independencia es la que te cura cuando necesitas limpiar tu corazón de telarañas que lo amordazan. La incertidumbre en el camino, esa certeza de que solo cuentas contigo mismo, va cambiando tu ánimo hasta que vuelve tu fortaleza, tu equilibrio perdido. Quizá mi amigo necesite eso y su trayecto esté lleno de esperanza. El motivo del viaje es generoso; sus consecuencias deberían ser una caja de sorpresas.
Cuando sientes que la ansiedad llega a dominar tu corazón y casi no te deja respirar, eres afortunado si encuentras en tu camino una razón para dejar de cocinar a solas tus miedos. Cuando las noches hacen negras e inmensas las historias que solo la luz del día mitiga, la salida está en los otros. Por desgracia no siempre somos capaces de tomar ese camino porque es una senda que no conocemos y nos creemos débiles; no contamos con nosotros mismos para salir adelante de las novedades que pueda depararnos esa incógnita. Si pudiéramos adelantar los días y “ver” lo que nos espera, comenzaríamos a andar sin demora porque el final del sufrimiento está en ese viaje, en esa aventura, en ese camino.
Cuando mi amigo vuelva, le pediré que nos cuente su viaje con ese Renault que aquí ya no queríamos. Ese coche blanco volverá a la vida en un lugar donde no hay agua corriente ni luz eléctrica. Un lugar donde su motor, sus ruedas, su vieja carrocería volverán a tener sentido y serán útiles por muchos años.
Una vez más, gracias a Internet.
Una vez más gracias a la generosidad, esa palabra tan importante.