Voy en el coche que me lleva a los estudios de Telecinco. José Luis, el conductor, es un gran aficionado a la ópera y hace el sacrificio de bajar su música favorita para que pueda ir trabajando; se lo agradezco porque aunque comparto esa afición, no soy capaz de concentrarme en nada que no sea Gran Hermano en estos últimos momentos. Hoy llegamos al final, hoy se acaba lo que empezó rodeado de incógnitas y esperanzas el 19 de Enero pasado. Han sido bastantes más semanas de las previstas y hoy cerramos el chiringuito.
Gran Hermano, por encima de todo, es una oportunidad inmensa de seguir la vida de unos valientes que entran en la casa de Guadalix de la Sierra con mochilas cargadas de ilusión y propósitos.
Gran Hermano se acaba convirtiendo en una familia paralela para muchísima gente que acaba conociendo cualquier detalle de lo que allí ocurre.
Gran Hermano acompaña, ayuda, entretiene, divierte. No pretende más. Hoy echaremos el cierre a esas 24 horas que a muchos nos resultan imprescindibles. Esta noche, cuando me meta en la cama, sé que voy a notar un vacío doloroso, lo sé por experiencia. Costará unos días desenganchar esa costumbre y por eso voy a utilizar lo que hoy os ofrezco como el mejor ejemplo de que los que sabemos a qué sabe esa ausencia, sintamos que no estamos solos.
Acabo de recibir este mail. Lo comparto porque nuestro programa produce estos sentimientos y por lo tanto es de todos nosotros.
Gracias por enviármelo, Engenio, gracias por decidirte a editar en Anaya el libro de Gilda Santana que es el mejor regalo para los que sentimos que este programa es “nuestro programa”. Engenio Tuya ha recibido algo que él quiere que conozca y yo no resisto la tentación de que lo conozcamos juntos.
No me gustan las despedidas, creo que alguno lo habrá leído otras veces; no me gustan porque son demasiado drásticas, prefiero deciros: hasta pronto.
Gracias por tanta fidelidad para lo bueno y para lo malo. M
El libro Mágico de Gilda
Gilda, la hechicera, conocía el arte de la brujería semántica.
Ella no necesitó nunca vestir de negro ceñido para dejar caer en cascada una impresionante melena pelirroja.
Tampoco desnudó un brazo de su guante negro para arrojarlo al vacío haciendo círculos.
Esta Gilda, la nuestra, destiló durante mas de diez años el zumo vida de un montón de personas que nos regalaban sus sueños encerrándose en una casa cárcel vigilada con cámaras que llegaban a nuestro salón.
Su amigo Emilio, nene, consiguió editarlo para acercarnos a todos el libro mágico (Diez años de Granhermano).
Ya lleva muchas ediciones.
Los efectos secundarios pasan por pararse a entender el mundo cuando las prisas y el afán por el dinero mata cualquier conato de utopía.
Devueltas las ganas de soñar, con los bolsillos llenos de monedas de ilusión, solo queda darle las gracias y COMPRARLO en la Fnac, o en Amazon.
Un beso, amiga