Estas son cuatro palabras que definen la traición. Pocas cosas me resultan más repugnantes.
Hoy ha muerto Adolfo Suárez y han llegado a mis manos comentarios que entran de lleno en esas acepciones.
Tuve la inmensa suerte, como periodista, de entrevistar al que había sido Presidente del Gobierno de España. Adolfo Suárez escogió, porque tenía derecho a hacerlo, el mejor momento para aceptar aquella entrevista en directo, el mejor momento para sus objetivos. Se presentaba a una Elecciones Generales y TVE era un lugar idóneo para explicar su programa a los posibles votantes. Hizo lo que hubiera hecho cualquiera: esperar al mejor momento para hablar, tras haber estado años callado.
"Jueves a Jueves" fue un programa de entrevistas que se emitió en TVE en el año 1986, cuando todavía no habían llegado a España la televisiones privadas. Era pues un lugar donde le iban a ver y escuchar varios millones de personas sin hacer grandes esfuerzos.
José Sámano, mi marido entonces, y yo misma habíamos pedido a Suárez muchas veces realizar una entrevista para televisión; jamás aceptó, solo lo hizo cuando le interesó y ese era su derecho, repito.
Me entrevisté con él en su despacho del CDS, Centro Democrático y Social, para hablar de la entrevista, para hacer lo que hacíamos con todos los entrevistados: preparar el trabajo, contrastarlo, evitar que en el directo, se cometieran errores. Ni más ni menos que con cualquiera de los cientos de entrevistas que he tenido la suerte de hacer a lo largo de mi vida como periodista.
Para mí fue una ocasión inmensa, una tarde que recordaré toda la vida. Siempre me apasionó la política y Adolfo Suárez había estado al mando de la nave en la travesía más complicada de nuestro país. Si tuviera que recordar con dos palabras lo que viví ese día serían éstas: apasionante cercanía.
Siempre he escuchado decir que Suárez tuvo toda su vida una cualidad inmensa para todos los periodistas que tuvimos la oportunidad de acercarnos a él: siempre fue un político cercano, incluso cariñoso. No te ibas con las manos vacías después de haber estado con él. Siempre te regalaba una explicación, una anécdota, un secreto. Conocía a la perfección y lo dominaba, el sentido de la comunicación.
"Cuando llegué a Madrid, aquellos primeros años, me coloqué una punteras de metal en los talones de los zapatos, porque me sentía tan solo que necesitaba escuchar mis pasos para no salir huyendo de esa ciudad tan difícil cuando llegabas de un pueblo" Me gustó mucho esa descripción, aun hoy la recuerdo. No he vuelto a ver entera aquella entrevista, no suelo hacerlo nunca, pero sí recuerdo momentos, retazos.
Recuerdo lo nervioso que estaba, las veces que le pidió a Sámano que le dijera si llevaba bien puesta la corbata, si el color de la camisa que le habíamos recomendado, era correcto. Estaba tan nervioso que creo que hasta le pusimos una pizca de sal bajo la lengua para que no se le secara la boca. Se jugaba mucho, nos dijo. Jugó, se arriesgó y ganó. Esa es la magia de la televisión en directo: algunos la entienden y otros no lo hacen nunca.
Adolfo Suárez jamás pidió conocer el contenido de aquella entrevista. Las preguntas las escribí yo misma a mano tras leerme cientos de papeles que mis compañeros del programa me habían entregado. Nadie supo, hasta que él las escuchó, ni una sola de aquellas cuestiones que, contestadas por él con honestidad y valentía, le hicieron ganar tantos votos. Pudieron sospecharlas, intuirlas, pero jamás conocerlas con certeza para poder prepararlas como si de una chuleta para un examen se tratara. Ahora que está muerto podrán decir lo contrario, nosotros sabemos a la perfección cómo fue aquella noche preciosa en los estudios de TVE.
Me repugna, eso he dicho en la primera línea. Me repugna la traición, la deslealtad que significa explicar algo que nadie podrá contradecir.
Me repugnan todas las personas que conocedoras de intimidades por haber ocupado sitios privilegiados junto a personas conocidas, olvidan la lealtad, la honradez, y dan el paso a contar lo que supieron por ocupar esos lugares por los que, además, recibieron importantes emolumentos mientras estuvieron contratados. Lo vemos a diario y ahora, con su muerte, aparecerán los carroñeros a contar esas historias que su protagonista ya no puede desmentir. Siento asco y por eso escribo hoy aquí. Odio la delación y así defino lo que estoy leyendo.
No quiero ni nombrar a la persona que creyó poder comprar el trato que yo hubiera de dar a esa entrevista, tantos años deseada por todo mi equipo, con quien fue el primer Presidente de Gobierno democrático de nuestro país, después de la guerra civil. Tras recibir una joya muy cara en nuestra redacción, me acerqué con mi moto a su despacho y se la devolví. Dijo no entender mi gesto, visto lo visto, no me extraña que pertenezcamos a universos tan alejados.
Escribo hoy aquí para sacar la cara por todo el equipo del programa "Jueves a Jueves", por José Sámano y todas las personas que hacían posible que cada semana, durante seis meses, saliera al aire un programa de entrevistas libre y honesto. Por eso escribo hoy, Domingo 23 de Marzo, día de su muerte.
Con mis palabras quisiera que le llegara a su familia y a sus amigos, entre ellos jamás olvidaré a su secretario Amores, mi cariño y mi abrazo más cercano. Tan cercano como el propio Adolfo Suárez me hizo sentirle aquella tarde en Madrid preparando una entrevista que verían millones de personas y en la que aquel político convenció a tantos votantes para confiar de nuevo en él.
Lo que nosotros vivimos aquella noche fue posible gracias a cuatro palabras: valentía, riesgo,honradez y confianza. Cuatro palabras que jamás serán vencidas por la deslealtad, infidelidad, felonía, perfidia.