Todo por delante
Este bebé que os traigo nació en Agosto. Tenía muy pocos días cuando lo sacaron a la calle; lo encontré en un bar de Menorca, “Gradinata”, y no resistí hacerle esta fotografía para enseñárosla de inmediato. La realidad ha sido otra: mis dedos han estado parados todo el mes. Lo primero pues, mis excusas por el abandono y lo segundo: manos a la obra. Espero recordar cómo se hacía...
El recién nacido tenía toda la vida por delante y se acurrucaba en brazos de su madre seguro de que allí no pasaría nada malo. A veces tenemos que volver a recordar esas certezas para no volvernos locos. A veces es a nuestras propias madres a las que tenemos que cobijar para que no crean que el límite del dolor es insoportable. Tengo una amiga que sabe de lo que hablo. Su madre ha sufrido de todo en la vida. Ahora dice que ya no puede más, que esto la supera. Su hija, tras curarse de un cáncer, ha vuelto a escuchar la palabra “maligno”; ha vuelto a saber lo que es que se te caiga el pelo, que toda la comida te sepa a metal, que el miedo inunde tu vida. Ella, la madre, quiere creer que no es tan grave como lo que fue, que los médicos están tranquilos, que las señales externas no son signo de males mayores pero sus fuerzas van siendo cada día más pequeñas. Ella no sabe que su hija la necesita como ese pequeñín necesita a su madre y yo hoy desde aquí le pido que respire hondo y que mire hacia delante porque todo está por hacer, otra vez.
Estar enfermo y tener que dar la talla debe ser agotador. Estar enfermo y no permitirte desfallecer para que los que te quieren no sufran más de lo necesario, debe ser muy desesperante. Estar enfermo y no poder poner cara de miedo para no aterrar a los que te rodean, debe ser tan difícil como abandonar a ese bebé a su suerte. Así como eso nos parece completamente impensable, nos debería parecer que el enfermo tuviera que hacer todos esos esfuerzos. El enfermo tiene más derechos que nosotros. El enfermo debe poder demostrar sus límites más que nosotros. Mi amiga aguanta todo menos ver sufrir a su madre y a su marido. Les pide que la dejen expresar, que la dejen compartir con ellos, con todos ellos sus momentos malos porque los buenos los tienen siempre. Mi amiga saldrá también de esto porque conoce el camino de la vida y ha ayudado a mucha gente a salir del dolor y de la enfermedad. Lo ha hecho con mano maestra; sabe la teoría a la perfección y ahora se encuentra teniendo que aplicarla a su propia vida. Un enfermo tiene derecho a todo. No deberíamos pedirle nada que le suponga ni el más mínimo esfuerzo pero se lo pedimos, queremos que nos tranquilice, que nos quite el miedo.
El bebé de la foto tiene toda la vida por delante: como mi amiga, como la madre de mi amiga, como el marido de mi amiga. Hoy 4 de Septiembre os pido desde aquí que dejéis que los enfermos descansen en nosotros, que les demos la certeza de que estamos tan seguros como él en los brazos de esa madre que encontré en Mahón el pasado mes de Agosto.