El clítoris
FOTO: Sofia Wittert
La Real Academia de la Lengua define la palabra clítoris así: “Cuerpo pequeño, carnoso y eréctil, que sobresale en la parte más elevada de la vulva.” Nada dice de su función que no es otra que la de producir placer en la mujer y con ello permitirle alcanzar el orgasmo. Hoy día 4 de Mayo de 2014 podemos encontrar, sin necesidad de viajar muchos kilómetros, muchas mujeres que nunca han conocido esa extraordinaria sensación. Por suerte para la mayoría de nosotras esa realidad va desapareciendo, pero no debemos pensar que lo ha hecho del todo. El clítoris sigue siendo un rincón de nuestro cuerpo por explorar.
Pero hay países donde “ese cuerpo pequeño” da tanto miedo que han encontrado la solución perfecta: se corta, se mutila y a otra cosa. La mujer que hoy os traigo a este blog merece mi absoluto respeto y consideración. Es africana, massai y estuvo ayer en Sevilla donde dejó sin habla a un numeroso grupo de personas que no podían despegar la atención de sus palabras. Se llama Kakenya. Cuando solo tenía 5 años sus padres le buscaron un marido. Al cumplir 12 debía casarse, pero antes de eso debía ser circuncidada.
Son cientos de miles las niñas que sufren esa mutilación en el mundo, lo sabemos. Son muchas las que no sobreviven a esa carnicería y, por supuesto, son todas las que dejan de sentir placer el resto de sus vidas.
Kakenya logró convencer a su padre de que le cambiara la circuncisión por la posibilidad de seguir estudiando. Suena a historia para no dormir, pero es su historia verdadera. No fue fácil lograr ese intercambio; entre los suyos las niñas no estudiaban, se casaban, criaban hijos y mantenían la familia, el ganado, y los campos. A los padres casi no los veían, trabajaban lejos y solían visitarlas una vez al año. También esa es otra historia, otra historia para otro día. Hoy quiero seguir hablando de lo que significa que te corten el clítoris como si rebanaran un fuet. Que te corten la parte de tu cuerpo que te permite sentir algo parecido a lo que sienten los hombres cuando tienen relaciones sexuales. Que te arranquen el placer y que eso se haga por miedo, por miedo a una mujer completa.
Kakenya logró cambiar su clítoris por los estudios; cambió algo que nadie le había explicado para qué servía. Su paso por la Universidad le abrió los ojos de todo lo que en su país, en Kenya, se estaba haciendo a las mujeres en nombre de la Ley sin tener un ápice de legalidad. Ella, en la actualidad, y eso fue lo que explicó en Sevilla, dedica su vida a educar a niñas de su país para que no tengan que pasar por lo que ella pasó. Esa escuela que ha levantado con tanto esfuerzo es todavía pequeña, pero está llena de derechos y de realidades que cambiarán para siempre la mentalidad de las mujeres que salgan de sus aulas.
En esta página de internet http://www.kakenyasdream.org os podéis informar de cuanto os escribo aquí.
Hoy hemos celebrado un día especial. No puedo dejar de reconocer que para mi generación es un hecho novedoso. Mi propia madre me decía esta mañana que se alegraba mucho de todas las cosas tan cariñosas que le decíamos, pero que ella no recordaba que siempre se hubiera hecho así. Bienvenido sea “el día de la madre” y por encima de todo que lo sea para que veamos con más claridad la profunda brecha de injusticia que existe entre la dedicación de una madre a sus hijos y la de la mayoría de padres.
Para mí hoy el testimonio de Kakenya me parece el mejor ejemplo de que las mujeres no podemos seguir celebrando con naturalidad "El Día de la Madre" mientras a nuestro alrededor, nuestras hermanas, del origen o del color que sean, siguen sufriendo mutilaciones que las convertirán en madres castradas, madres que, como tantas de las que vivieron y viven aún en nuestro país, tuvieron hijos sin conocer el placer que la naturaleza puso en su cuerpo para facilitarles esa concepción.
A todas ellas me dirijo hoy; a todas ellas agradezco su sacrificio, y a todas ellas pido perdón por no haber sido capaz de ayudarlas a recuperar lo que siempre fue suyo.
Kakenya lo está logrando en su país y nosotras tenemos la obligación de escucharla y, si está en nuestra mano, ayudarla.
Gracias Kakenya por tu sinceridad y tu lucha que, aunque parece apartada de nuestro mundo, nos atañe en lo mas profundo de nosotras como mujeres.