Moisés Yagües pintó este cuadro que colgaba de una galería en Madrid, el sábado pasado: en JustMAD. Una exposición de artistas jóvenes que no pueden entrar en ARCO pero que a mí me ha resultado francamente más interesante. Su “llueve” es el perfecto símbolo, para mí, de lo que vivimos en España en estos momentos. Por todas partes surgen personas con nombres y apellidos, que nos llenan de mierda. En su cuadro, del culo, salen letras, letras que el ciudadano que está debajo traga. El asunto es que esa actitud pasiva, esa impotencia ante lo que nos llega, se está terminando.
Mentiras, engaños, trucos, ventajas, corrupción, prevaricación, dimisiones, huidas, descaro, egoísmo, son algunas de las cientos de palabras que leemos y escuchamos todos los días. Los juzgados están a rebosar de casos en procesos de instrucción y los jueces dictan sentencias todos los días.
Algunas cárceles son el techo de conocidos ciudadanos que hasta hace muy poco se permitían el lujo de recomendarnos a los demás que trabajáramos más, que hincáramos más el codo, que éramos vagos. Gerardo Díaz Ferrán tuvo esa atrevida ocurrencia mientras se lo llevaba crudo.
Mentiras que no consiguen ocultar ni los más sofisticados métodos, aparecen como bolsas de orugas que salen de la tierra, y recorren una sociedad desconcertada. No sabemos dónde mirar para encontrar un pam de net, un palmo limpio, como decimos los catalanes. Mentiras desde el Rey al último mono. Mentiras que pudren, que hacen enfermar, que matan. Mentiras que, como esas letras que salen del culo, creen que nos tragaremos eternamente.
Algunos añaden a sus engaños y sus negocios sucios, gestos que no estamos dispuestos a tolerar. Bárcenas ese tesorero inmundo que fue del partido en el poder, se ha permitido el lujo de hacernos, porque nos lo ha hecho a todos, un gesto soez con el dedo al llegar al aeropuerto de Madrid de un viaje de placer a Canadá dónde, al parecer, ha tenido el cuajo de irse a esquiar. No sé si me hiere más lo uno o lo otro.
Y es entonces cuando pienso en quien decidió nombrarle en su día, en quien “firmó” su contrato como tesorero del PP, en ese hombre que ahora está intentando encontrar un camino que nos saque a los españoles de la maraña más espesa que habíamos conocido; me lo imagino, mirándose al espejo cada mañana, tratando de encontrar su propia imagen para poder seguir respirando. Si yo fuera Mariano Rajoy maldeciría la hora en que se me ocurrió aspirar a dirigir los destinos de mi país; su impotencia debe de ser mayúscula.
Iñaki Urdangarín también está comprobando que el pueblo español no dirá jamás que eso que le cae en todo lo alto es Coca-Cola. El marido de la Infanta Cristina, probablemente asesorado por los técnicos de la escuela ESADE, donde estudió en su día y donde conoció a Diego Torres, ese socio que guarda en la barriga del monstruo la trilita que destruirá todas sus defensas, está también comprobando que las mentiras crecen por mucha cal viva que les eches encima.
Se va el Papa. Abdica la reina de Holanda. El Ministro del Interior desconoce sus propias fuerzas y anda desconcertado. Algunos políticos están sufriendo el desprecio de la calle y nuestro Parlamento discute estos días nuestro estado: El Estado de la Nación. Cada día llueve sobre mojado. Cada día siguen cagándonos encima letras y más letras que no nos sirven, que no entendemos. Cada día hay más personas que no soportan su realidad y deciden quitarse la vida. “Me lo habéis quitado todo” parece que dijo la última víctima de los desahucios antes de quemarse viva.
Estoy convencida de que Moisés Yagües no pintó su cuadro para que fuera tan certero, tan realista, pero así está siendo.
Su cuadro, su “Llueve”, es una fotografía de nuestro país hoy. Un país lleno de gente honrada. Un país lleno de gente que lucha por salir adelante, por inventar la manera de no perderlo todo, un país que está lleno de ciudadanos que pagan sus impuestos, que no hacen trampas. Un país que también ha aprendido a utilizar atajos y chanchullos aunque no sean famosos quienes delincan y actúen deshonestamente.
Un país que tiene en su ADN grabado el peligro de depositar su futuro en manos de salvadores de la patria que prometen lo que jamás hacen. No caigamos en la trampa; no generalicemos las acusaciones; seamos capaces de identificar quienes son los que se están cagando en nuestras caras y defendámonos de ellos pero no destrocemos lo que ha servido para convivir en paz el periodo más largo de nuestra historia reciente. Vivimos tiempos de matices, de estar alerta, de no dejar que nos vuelvan a engañar; tiempos de sufrimientos que seremos capaces de superar si todos nos ponemos a limpiar la mierda que cubre nuestras cabezas.