Nunca he escrito algo como lo que voy a hacer hoy. Me he comido los puños y he frenado mis dedos para que no cometieran el error de ir al ordenador y opinar sobre vuestras opiniones. Creo en la libertad de opinión muy profundamente y aunque muchas veces hubiera podido responder, no lo he hecho por respeto a cada uno de vosotros. Solo hoy me decido a opinar porque el último post ha provocado unas reacciones que parten de la base de cosas que ni he dicho, ni pienso. Lo escribí y lo volvería a hacer mil veces porque al leer la entrevista a Iñaki García Arrizabalaga en 'El País', sentí que un camino se estaba abriendo y ese camino podría ayudar a construir algo importante.
Escribo hoy aquí todo esto porque me resulta extraño e incluso injustificado que no respetéis la postura de esta víctima. El y tres víctimas más han tomado una decisión muy respetable que es suya y solo suya. No pretendo adjudicársela a nadie más. Lo único que hago es darle las gracias y emocionarme. No creo que sea ese un gesto para que saquéis las conclusiones que algunos habéis sacado.
Cuando se escribe un blog hay que saber que todas las opiniones que se reciban son dignas de ser leídas. No suelo reaccionar a ninguna excepto a los insultos. Cuando éstos se producen, llamo a la web y pido que borren ese mensaje e impidan, dentro de lo posible, que esa persona tenga sitio en nuestra casa. Eso ha ocurrido muy pocas veces y, aunque algunos os consideráis censurados, tenéis que saber que jamás es así; aquí cada uno cuelga lo que realmente le sale del bolo.
Vuestro bolo y mi bolo, vuestra cabeza y mi cabeza, son casi siempre muy distintas. Eso enriquece este lugar que lo mejor que tiene, para mí, es lo que ayuda y lo que sirve para aprender y saber cosas, lo que acompaña. No voy a cambiar. No lo voy a hacer por mucho que insistáis en que el bolo es distinto, que no tiene la magia que tenía, que nos anunciáis que nos abandonáis como si eso fuera un drama que fuera a descompensar este rincón chiquitito que no pretende nada. Si os vais, iros, iros tranquilos, otros vendrán y aquí seguiremos. Si volvéis, bienvenidos, aquí estaremos cosiendo y descosiendo la vida como lo hemos hecho desde el primer día.
Es tanto lo que me ha llegado desde este lugar que nada ni nadie podrá borrar ese tesoro. Es tanto lo que he aprendido, lo que me he esforzado, lo que he corregido y lo que he logrado que me siento inmune a cualquier amenaza. Aquí creemos de verdad en la libertad, en la creación, en el trabajo, en el esfuerzo y nos gusta que nos descubran caminos nuevos por muy arriesgados que parezcan. Por eso escribí “Pasos de Perdón”. No tenía otra intención que recoger una noticia y celebrarla sin añadir ni una coma a lo que contaba la realidad. Mi respeto y reconocimiento por las víctimas, tantas veces dejadas de lado en tantos años, es claro y público. Lo he hecho toda mi vida, incluso cuando estaban mucho más solas que ahora. Por desgracia son tantas que también son múltiples las opiniones. La dificultad de sus vidas y su futuro son ellas quienes mejor lo conocen pero desde fuera, los que tenemos la suerte de no haber sentido la zarpa de la bestia, también podemos observar y opinar. El final de la violencia nos ayudará a todos, a unos más que a otros pero en distinta manera a todos.
Podéis pensar lo que queráis, podéis escribirlo; permitidme que también yo lo haga. Eso es todo.