Esa frase prometedora estaba escrita en la pared de la casa en la que vivió Vicente Ferrer cuando, tras muchas peleas, le dejaron instalarse en el sur de la India. Pero el no esperó a que llegara: se puso a trabajar desde el minuto uno.
Vicente era Aries y jesuita. Debía de ser un hombre incansable; de esos que tienen tan claro que lo que llevan en la cabeza puede ser posible, que no hay quien consiga pararles. Los poderosos lo intentaron de muchas maneras; lo amenazaron, lo insultaron, lo apartaron y llegaron a sacarle del país pero volvió y ya nunca dejó de construir hasta su muerte ese proyecto que llevaba dentro: la lucha a brazo partido contra la pobreza extrema y por la dignidad de los más abandonados.
Vicente Ferrer perdía poco el tiempo. En 40 años le dio la vuelta al calcetín de lo imposible. Ferrer puso orden en el caos y rellenó la nada. Poco a poco, demostró que era posible la primavera y a base de juntar muchos esfuerzos, hizo posible que se produjera el famoso milagro.
Donde no había vida, encontraron agua; donde no había casas, enseñó a construirlas; donde enfermar era morir, inventó la fórmula para crear hospitales y asistencia médica para todos. La educación y la justicia hicieron el resto. Curiosamente decidió aliarse con las mujeres, que por supuesto no contaban para nadie, y fue a ellas a quienes dio el poder que aun hoy siguen teniendo.
Anantapur donde nadie quería vivir ni tan siquiera caerse muerto, es un ejemplo emocionante de vida, recursos y futuro. Ese lugar es el espejo en el que se podrían mirar muchos pueblos que no ven luz al final del túnel porque haciendo un trabajo como el que ha hecho la Fundación Vicente Ferrer, vuelve la dignidad, la vida y la paz.
Vicente Ferrer sabía cómo pedir ayuda. Su fórmula para comprometer al que tiene algo con que ayudar, con el que no tiene nada para salir adelante, fueron los apadrinamientos. Ese compromiso emocionante entre un adulto y un niño abrió los ojos a muchas personas que fueron, son ahora más que nunca, la base de un trabajo ingente.
El próximo sábado hará un año que murió Vicente pero su muerte no paró nada su obra, absolutamente nada. Ni por un instante el trabajo que este catalán tozudo y generoso, realizó sin descanso, ha disminuido durante este año que ha pasado tan deprisa.
El próximo sábado, en Telecinco, dentro del programa La Noria, un grupo de ciudadanos de todo tipo, explicaremos por qué nos parece que la Fundación Vicente Ferrer merece que le concedan el Nobel de la Paz. Hay cosas que te hacen creer en que en la vida casi nada es por casualidad. Como si de una inmensa coincidencia se tratara, Jordi González, su presentador, vuelve a comprometerse con esta causa 14 años después de haber puesto una pica en Flandes. Gracias a un maratoniano programa que emitió nuestra cadena dentro de otro que se producía entonces: "Moros y Cristianos"; logró sentar las bases más sólidas del apadrinamiento que hasta ese momento se había conseguido. Aquel programa duró 24 horas sin parar ni un segundo, estoy segura de que muchos lo recordaréis. Jordi y su equipo lograron emocionar y convencer a miles de personas que decidieron apadrinar niños y niñas, haciendo posible con ello que la Fundación Vicente Ferrer tuviera el futuro asegurado.
Ahora lo que queremos es, como dice este póster que os pongo hoy, lograrlo juntos; lograr que el Premio Nobel de la Paz vaya a parar a una manos que lo merecen y que pueden servir de ejemplo a muchos países para salir del pozo negro del dolor y la desesperación. Sólo hay que mirar Anantapur.