Por Ruth Méndez
Saben aquel que diu... Que a un pastor un tren le atropella a todas sus ovejas y al día siguiente, el hombre pasa por el escaparate de una juguetería y la emprende a golpes con un trenecito de juguete gritando ¡Hay que matarlos de pequeños porque de mayores no hay quien pueda con ellos!.
Pues sólo hay que sustituir en el chiste (malo por cierto) la palabra trenecito por Justin Bieber. No me refiero a que al chico haya que matarlo, por supuesto. De hecho, espero que sobreviva muchos años y en la industria del espectáculo a poder ser. Lo único que digo es que alguien debería ponerle los pies en el suelo antes de que se convierta en un Pete Doherty que escupe al personal, en un Mel Gibson que le tira cáscaras de cacahuete a un periodista diciéndole que tiene cara de mono, en un Keanu Reeves que te da una entrevista de 3 minutos en el otro lado del mundo y cuando llegas contesta a todo con monosílabos... Vamos, que hay que evitar que mute en un maleducado con talento más.
La primera vez que nos visitó llovía a cántaros, miles de fans histéricas y padres (incluso abuelos) resignados lo esperaban empapados desde hacía horas. Bieber, que casi no podía ni con sus enormes y exclusivas zapatillas de deporte, ya arrastraba un séquito de maquilladores, peluqueros, guardias de seguridad, agentes de prensa y periodistas. Durante un segundo, me extrapolé de la escena, traté de verla desde arriba como hacen esos muertos de las películas. El espectáculo era patético, un niño rodeado de adultos haciéndole la pelota o más bien, una gallinita Me fijé en que el chico no paraba de bostezar. Me dio pena hasta que se subió al escenario improvisado en mitad de la calle y después de regalar dos poses estudiadas le arreó un manotazo a la cámara de un fotógrafo de los de toda la vida.
La penúltima vez que estuvo aquí hizo esperar a la prensa lo que quiso, apareció agazapado en la capucha de su sudadera. Dicen que no encontró en todo Madrid un peluquero capaz de enderezarle el flequillo. Ahora ha vuelto, ya hecho un hombrecito, más calmado. Progresa adecuadamente. Lo mejor de Bieber es Bieber ( sus canciones son pegadizas y la música está claro que es lo suyo) y sus fans, lo peor todo lo demás. Muchos y muchas de sus incondicionales me preguntan ¿y cómo es él? Y yo siempre miento (con la misma piedad con la que se le jura a un niño que los Reyes existen) para no arrancarles una ilusión que se han ganado a pulso.
Ojalá Justin Bieber se encuentre a un pastor que le guíe por el buen camino. Ovejas descarriadas ya hay bastantes.