Por Ruth Méndez
Pocas veces la realidad le regala al cine una historia tan buena... Un alpinista que resbala, cae en un lugar inhóspito, una roca gigante le aplasta el brazo y queda atrapado durante 5 días. ¡Mira que Danny Boyle lo tenía fácil!, pues le ha faltado valentía o talento. No ha sido capaz de arriesgarse como Rodrigo Cortés en Buried o Mercero en La cabina. No ha tenido recursos para quedarse toda la película en ese cañón convertido en infierno. Los flashbags, las ensoñaciones del protagonista, la música machaca, la estética videoclip (que otras veces le ha funcionado) y el recurso de partir la pantalla pulverizan cualquier sensación de angustia. No he sentido ni emoción, ni claustrofobia por no sentir, no he sentido ni desazón cuando el montañero se automutila con una navaja doméstica para poder escapar. Lo único que salvo es la actuación de James Franco (su nominación me parece justa, aunque el papel es agradecido). 127 horas perdidas, menos mal que la peli sólo dura unos 90 minutos.