Descubrir Un trozo invisible de este mundo
Por Ruth Méndez
Dicen que lo esencial es invisible a los ojos... Por eso esta obra te los arranca de cuajo, para aprender a obramirar el mundo por debajo de la mesa
El escenario, prácticamente desnudo, se convierte en una inhóspita sala de recogida de equipajes en la que se amontonan maletas vacías y sin dueño. Una especie de limbo, de insensible primer mundo, al que tantos viajeros llegan buscando un destino y sólo han encontrado un final. Cinco actos, cinco piezas, cinco historias bastan para sentir el exilio, para ponerse en la piel de un inmigrante, para distinguir a los que se hacen el héroe de los que nacen héroes, para desenmascarar la hipocresía propia y ajena... Se escapa alguna sonrisa, alguna lágrima pero, sobre todo, este saludable ejercicio deja agujetas en el alma de tanto pensar. Porque cada frase del texto de Juan Diego Botto es un bofetón que te despierta del letargo, te anima a soltar el pájaro en mano y aspirar a los ciento volando y te recuerda que todavía se puede arañarle un poco de justicia a la infinitaY no, no creáis que esta función es una especie de mitín subliminal y partidario. Lo que reivindica, en el fondo y la forma, no es más que aquello por lo que debería luchar cualquier demócrata en sus cabales.
Dirigida por Sergio Peris-Mencheta, en Un trozo invisible de este mundo no hay ni trampa ni cartón. La cantante Astrid Jones debuta en las tablas conmoviendo y Juan Diego Botto más genuino, enorme y convincente que nunca demuestra, a pelo, que lo suyo es puro teatro.
P.D: Un trozo invisible de este mundo está en el Matadero hasta el 4 de noviembre... Más que recomendable.