Hoy hace exactamente un mes que llegué a Honduras. La verdad es que no tengo la sensación de que sólo hayan pasado 30 días, sino muchos más. No es malo, ni bueno. Simplemente el tiempo aquí tiene otra medida, más lento, más intenso, más activo.
El otro día tuvimos la suerte de conocer las maravillosas Ruinas Mayas de Copán. Son de esos lugares que te dejan sin aire al llegar. Te hacen pensar en el poder de la evolución, de la vida y costumbres de las civilizaciones pasadas… Las dimensiones de las ruinas, rodeadas de aquella inmensidad de vegetación y vida, me pusieron los pelos de punta. Y eso que no fue un viaje sencillo.
Salimos a las 7 de la mañana en autobús, desde la Ceiba hasta San Pedro. Serían aproximadamente 4 horas de viaje. Luego cogeríamos el vuelo que nos llevaría hasta Copán. Pero, cosas del destino y en medio del trayecto, nos encontramos con una manifestación de médicos y enfermeras. Bajo el lema “la salud pública no se vende, se respeta y se defiende“ ocuparon la única carretera de acceso a San Pedro durante más de 2 horas, lo que hizo que perdiésemos nuestro vuelo y que esas 4 horas de autobús, se convirtieran finalmente en 11.
De nuevo menciono al equipo, al que en sólo en un mes quiero como a una familia. Estamos acostumbrados a quejarnos siempre por todo, por pequeñas cosas que no dejan de ser ridículas en su importancia. Aquí no ocurre. Aquí el cansancio no transforma a la gente en negativo, no les saca su mal carácter. Aquí todos pasamos por todo y lo hacemos del mismo modo. Nadie se queja, nadie pone mala cara. Si hay que ir en autobús, se va de la mejor de la manera, porque no hay más opción y punto. Aprendo de Honduras, aprendo del equipo y aprendo de mi. No puedo estar más agradecida.
Y después de la aventura del viaje, a montar. Llegamos por la noche a las ruinas, sin poder percibir todo lo maravilloso que había a nuestro alrededor. El equipo de juegos comenzó con su trabajo, montaje de plataformas, detalles de juego, todo debía de estar listo para grabar a primera hora.
Cámaras, realizador, director de programa, director de fotografía e iluminación, todo el equipo al completo estábamos allí para tener claro qué deberíamos hacer al día siguiente. Algunos se quedaron trabajando toda la noche, otros nos levantamos por la mañana, bien temprano. De nuevo, trabajo organizado, eficiente e impecable. Enhorabuena. Sois el mejor equipo del mundo.
Y por fin la cena. Ese momento del día que estrecha lazos y te permite salirte por un rato del programa. Es necesario hablar de otras cosas que no sean trabajo, te dediques a lo que te dediques. Todo el mundo lo hace, a veces cuesta más y otras menos, pero hacerlo es sano y cuando lo conseguimos, lo notamos una barbaridad. Cenamos comida típica hondureña (Arroz, frijoles, platano, carne mechada y aguacate) Si, si, lo sé, nada ligera, pero ¡que hambre!
Pese a los contratiempos, a las horas de autobús, de trabajo, de cansancio… Un día más, como cada uno de los 30 días que llevo aquí, Supervivientes me enseña algo muy importante. Cuando la gente que te rodea es válida, es buena, es profesional y se apoya, no hay distancia, cansancio o situación climatológica que supere a un equipo unido. Que orgullosa me siento de formar parte de esta familia.