En un sencillo restaurante de Cuenca he tenido una de las mejores sorpresas del año
Sorpresas te da la vida. Cada vez que voy a Cuenca, en lo gastronómico, nunca lo dudo. Hago parada obligada en una de las barras de más calidad y mejor surtidas de España, la del bar “La Ponderosa” (c/ San Francisco, 20. Tf. 969-213214). Les llamó pero están cerrados. Dejo para otra ocasión la visita a este honesto y singular lugar que bien merece, por si mismo, viajar a una de las ciudades más bellas de nuestro país.
Un tanto contrariado, tuve que acudir a mis fuentes. Y entre a ellas, la mejor de cuantas gargantas profundas conozco, la personifica, mi gran amigo, el sociólogo y periodista, Lorenzo Díaz. “Vete, sin pensarlo, a La Masía”, -me dijo- “…ya me contarás”. Hecha la reserva correspondiente,- no dejéis de hacerlo si vais en fin de semana-, puse la primera con destino a un lugar que sabía no me iba a defraudar.
La Masía (Arcas del Villar, Cuenca.Tf. 969-253113) es una apasionante aventura profesional iniciada por Alfonso Gómez, un inquieto restaurador en las afueras de Cuenca, a unos diez kilómetros si cogéis la carretera que conduce a Valencia. Se trata de una sencilla y acogedora casona en mitad del campo conquense. El lugar invita al recogimiento y a concentrar todos tus sentidos en el festín de emociones que se te viene encima cuando Alfonso te invita a que pruebes su menú de degustación.
El local tiene una pequeña pero surtida bodega, en la que con buen criterio predominan los pujantes vinos que se hacen en Cuenca.
Dudé entre el maravilloso “Finca Sandoval” que elabora con mimo Víctor de la Serna, el “Quercus” que hace la familia Cantarero en Tarancón o el magnífico Calzadilla, pero al final me decanté por “La Plazuela”, un poderoso tinto toledano, muy poco conocido y muy escaso, en el que han conseguido un magnifico “coupage” entre la uva cencibel y la garnacha.
Das un primer sorbo a la copa de vino, respiras profundo….te impregna el bienestar. Estas a gusto…la conversación fluye. ¡Que placer!. Te inunda una gran excitación, porque no sabes al festival de sabores al que te vas a enfrentar. Descomunal y variadísimo capítulo de entrantes.
Para empezar unos lomos de atún toro marinados con salsa de soja. Toque de modernidad. La “orientalización” dominante en lo culinario ha llegado también a los confines de la recia y ancestral Castilla. Los lomos estas deliciosos y me sirven para adivinar que en “La Masía” por encima de modas apuestan por el mejor producto. Empezamos bien.
Seguimos bajo los aromas marinos…..porque Alfonso nos premia con las mejores almejas de Carril que me he tomado nunca. Sabrosísimas, con su punto de cocción perfecto, probarlas es un viaje submarino. Verdaderamente deliciosas.
Del mar….al corral. En La Masía tienen huerta y animales. Poseen gallinas y se nota en los maravillosos huevos rotos con virutas de jamón ibérico. El amarillo es intenso, el sabor de las yemas tremendamente acentuado. Benditos sabores de siempre. Bienaventurados los productos caseros, ajenos a la industrialización, a los colorantes, a los conservantes.¡Qué plato, Dios mío!.
Y todo esto que os he contado de entrantes. Quedaba lo mejor. Entre carne y pescado, elegimos lo primero. Alfonso nos recomienda, venado, una cierva jóven recien cazada en la zona y unos pichones que le acaban de llegar de la región francesa de Brést. Extasiados, mi acompañante y yo, le pedimos una pequeña demostración de ambos platos. Realmente inolvidable. Que sabor y que ternura el de ambas carnes. Para mí, la sensación culinaria de lo que llevo de año. Masticar el pichón con lentitud, saborearlo…..disfrutar de la conversación….reposar las palabras dando un sorbo al poderoso tinto toledano….escuchar el silencio del campo conquense…que más deciros.
Podría contaros que el día estaba hecho, pero me esperaba el motivo de mi visita a Cuenca: la tarde de toros. El cartel, histórico, porque dos mis toreros preferidos, José Tomás y el diestro más en forma de la actualidad, Miguel Angel Perera rivalizaban en arte y valor en la Feria de San Julian.
Únicamente deciros, que entre los dos, cortaron siete orejas. Imaginaros como regresé a casa. Las ruedas de mi coche ni tocaron el asfalto. ¿Por qué no todos los días son así?.