Me quiero referir a esta ley prohibicionista y poco respetuosa con las libertades individuales como fumador de cigarros habanos. Un sugerente hábito que inicié hace ya muchos años tras renunciar, de por vida, al vulgar, pernicioso e industrial cigarrillo. Son prácticas radicalmente opuestas. Dejar de ser rehén de un vicio para ser dueño de un placer me ha proporcionado innumerables momentos de felicidad con un riesgo, cuantificado y hasta diagnosticado médicamente, mucho menor.
El habano es hoja de tabaco pura, fabricado de forma puramente artesanal y por lo tanto sin ningún tipo de aditivo químico que altere lo que es una simple planta sometida a un proceso natural de secado y añejamiento.
Además raramente el fumador de cigarros habanos traga el humo. Estamos ante condiciones y hábitos que alejan al consumidor de este selecto tabaco del habitual fumador de cigarrillos.
Pero el consumo del habano va mucho más allá. Estamos ante un componente esencial del ritual gastronómico. De ese instante mágico englobado en la sobremesa en el que lo dulce se instala en el paladar, se degusta el aromático café y el habano comulga con el licor entre palabras y más palabras, miradas cómplices y las reconfortantes sensaciones que se tienen cuando, casi darte cuenta, estas viviendo la mejor de las vidas posibles con el tiempo detenido y disfrutando de la persona o personas que te acompañan porque tu has elegido que lo hagan. Es difícil entender un encuentro gastronómico, sea del tipo que sea porque tampoco tiene que estar ligado ni al boato ni la suntuosidad, sin el relajante colofón que propicia la fumada del habano.
Dicho esto esta impositiva, injusta, cínica y desconsiderada ley me parece una auténtica tropelía al sentido común, a la tradición y al buen gusto. Un auténtico atentado a la cultura gastronómica. ¿Tanta urgencia había? ¿Por qué no se ha consensuado con fumadores y hosteleros? ¿Qué necesidad había de aprobar esta ley que puede traducirse en pérdida de puestos de trabajo en estos momentos? ¿A que viene demonizar al fumador de esta manera? ¿Por qué no se persigue con igual saña a las empresas que contaminan nuestro medio ambiente o a las multinacionales del sector alimentario que propician la obesidad? ¿Por qué no respetar la libertad individual del que quiera fumar sin perjudicar a los que no quieran hacerlo?. Estamos ante preguntas, de momento, sin respuesta.
Me declaro partidario de la tolerancia y la convivencia. Defiendo mi derecho a disfrutar de un cigarro habano sin sentirme un apestado, porque no lo soy. Me he educado en el civismo, un civismo que me exige respetar a los que no son como uno mismo, pero también y de la misma manera, me obliga a pedir que se me respete. ¿Qué daño podemos hacer en un espacio cerrado y perfectamente ventilado donde podamos servirnos nosotros mismos un ron añejo, un buen brandy o un armagnac y elegir de una cava ese cigarro habano que nos transporte con sus aromas y su combustión?.
Nunca me han gustado ni las leyes secas, ni los prohibicionistas tan al uso hoy en día. Detesto cualquier menoscabo de una libertad que cada vez cuesta más mantener en esta España en la que vivimos breada a sanciones e imposiciones de todo tipo por parte de unos poderes públicos desconsiderados con amplios sectores de la población.
Que pena…..