Se puede decir, sin ningún genero de dudas, que estamos ante unas de las mejores croquetas de Madrid. Las ofrecen en exclusiva en “El Quinto Vino”, una preciosa y recomendable taberna del multicultural barrio madrileño de Tetuán (c/ Hernani, 48). Me la recomendó el perspicaz crítico del diario El Mundo, Alberto Luccini. “Vete”-me dijo- “y me cuentas”. Previamente le había dicho que para mí eran insuperables las que hace mi buen amigo Lorenzo en “Casa Támara”, tras lo cual nos conjuramos para hacer balance. Pasada la prueba, tengo mis dudas. Lo cual es una buena señal, ambas son extraordinarias. Cremosas, muy sabrosas, excelente la fritura….hasta aquí ninguna diferencia. Lo realmente singular esta en las manos de quienes las elaboran. Las croquetas de “El Quinto Vino” las confecciona Dª Esperanza, una sencilla ama de casa y antigua amiga del propietario, el tabernero Luis Roldán, como le gusta que le llamen. Esta buena mujer, sin ningún afán de protagonismo, hace en su casa y vende a la taberna alrededor de doscientas croquetas cada día, listas para freír en buen aceite. Lo hace por las mañana, para los almuerzos y por la tarde para las cenas. Así lleva más de diez años, haciendo las delicias de una clientela fiel que se chupa los dedos con las croquetas de Esperanza, como todo el mundo las conoce.
Dª Esperanza es el arquetipo de esas de millones de amas de casas, sin reconocimiento alguno, que representan las esencias de nuestra cocina. Ahora que tanto protagonismo acaparan los cocineros y que tanto se añora el buen producto y el plato reconocible, mujeres como Esperanza, bien merecen el alabo y el homenaje de quienes, sin desdeñar las vanguardias, entendemos que en la tradición radica la verdadera sabiduría.“El Quinto vino” nació allá por los años 90 y se ha hecho un hueco entre los amantes de la buena mesa a base de buenos productos y la mano excelsa de Carmen, una cocinera de toda la vida. Platos de siempre, como las patatas con costillas, alubias de tolosa estofadas, lentejas de campo, cocidos, potajes de bacalao o arroces cortijeros, conviven con platos algo más elaborados como las codornices al cava, la brocheta de pavo o el cardo con almendras. Y todos lo hacen a un precio ajustado y comedido. Luis, el tabernero, cuida con mimo la carta de vinos, consciente de que a su establecimiento acude un público joven y cada vez más entendido. Clientes que van a más allá de los clásicos Rioja o Ribera. Por eso, Luis tiene en su coqueta bodega habilitada en la trastienda del local, vinos emergentes de todas las denominaciones de origen, como “El Regajal”, el mejor vino de la DO Madrid o el magnífico “Arrayan” de Méntrida.
La taberna siempre llena de un público fiel esta adornada por los objetos de los propios clientes.
“Es un forma”, dice Luis Roldán, “de que sientan el local como algo propio”. Son objetos personales, desde recuerdos de viajes a bordados conmemorativos, pasando por fotos, caricaturas o antiguos carteles publicitarios. Todo vale para hacer de esta taberna un espacio único, singular, diferente.
Y todo sin olvidar el servicio, excelente, que haces que te sientas como un cliente de toda la vida. Un lugar de lo más recomendable, donde desde el momento que cruzas el umbral de su puerta, lo haces tuyo.