Que pereza volver a lo cotidiano, no os voy a engañar. Tampoco lo haría si os dejara de contar que el regreso se dulcifica entrando de nuevo en contacto con vosotros para contaros las experiencias “confesables” que he acumulado este verano. La verdad es que, aunque no os conozco, os he tenido en mente durante estas cuatro semanas de retiro que uno siempre suele aprovechar, además de para descubrir lugares y gentes, reencontrarse con uno mismo desde esa apertura a lo desconocido con la me gusta pintar el color de mis vacaciones.
Para que no penséis que me paso todo el día degustando “delicatessen” culinarias, quiero advertiros sobre un extraordinario lugar para alimentarse con la visión de un paisaje espectacular. No es de los más conocidos de España, pero no tengáis la menor duda de que es uno de los más bellos. Se trata del Parque Natural de “Las Arribes del Duero”. Un hermosísimo desfiladero donde se encajona el rio más vitivinícola de la peninsula ibérica.
Coger un barco en Portugal, en la bella localidad de Miranda do Douro y recorrer durante dos largas horas este emblemático límite natural entre España y Portugal os puede aliviar la depresión post-vacacional que inevitablemente sobreviene por ésta época. Estáis ante una de las mayores zonas protegidas de toda Europa. En lo alto de los riscos que coronan el curso del rio no es difícil ver sobrevolar, águilas reales, buitres negros, alimoches o halcones peregrinos. El Duero, entre escarpes y riscos, pasa a convertirse en el Douro portugues para regalar en su devenir hasta Oporto, cientos de algunos de los vinos con más futuro del mundo.
Finalizado el relajante paseo y reafirmada la necesidad de velar por el medio ambiente nada mejor que no perder las buenas aficiones. Muy bien recomendado decidí almorzar en el Restaurante Albergaria “O Mirandés”. Una humilde casa de comidas portuguesa a las afueras de Miranda do Douro. Que sabroso el Bacalao a la brasa que tomé de primero y que deliciosa la Posta à Mirandés (ternera) acompañada de un jugoso y tierno arroz. Productos de primera asados con madera de los alcornocales y las encinas que pueblan la zona. Si a todo esto añadís un buen tinto del Douro, como el “Cistius” reserva del 2003, elaborado con una uva autóctona, como es el caso de la “touriga”, la equivalente a nuestro tempranillo, que deciros, el placer esta asegurado.
Elegí para descansar Zamora, la milenaria ciudad cuyo patrimonio artístico y monumental recuperado, debería ser un ejemplo para otras muchas ciudades y municipios de España. Como no acostumbro a realizar dos copiosas comidas en un mismo día, decidí acudir al considerado el mejor bar de tapas de Zamora. Se llama “La Sal”, un antiguo mesón reformado hace dos años, que regenta un entrañable personaje, Rubén Becker.
Rubén, afamado sumiller, no sólo os dará la mejor orientación sobre los excelsos vinos zamoranos de Toro, también sobre las mejores opciones que podéis encontrar en estos momentos en cualquier D.O. española.
El local cuenta con casi doscientas referencias, la mayoría tintos. Pero también, si os gusta el champagne, el bueno de Rubén os puede asesorar sobre otra de sus pasiones, los vinos espumosos. Desde un “Pascal Bouquet”, pasando por un “Lermandier”, un “Krug” o un “Dom”, podéis daros un homenaje con los vinos más elitistas, exclusivos y mejor elaborados del mundo.
En “La Sal”, se cuidan mucho los vinos y las tapas son extraordinarias. Yo junto a uno de los mejores vinos zamoranos del momento, “Cenit”, que os recomiendo, tome un delicioso jamón de bellota Cumbres Mayores, que elaboran con mucho acierto en Huelva los Hermanos Cárdenas.
No esperéis guisos porque el local carece de cocina, pero Rubén trabaja como muy pocos las mejores conservas.
Tapas de muchísima calidad, con la mejor materia prima, y una presentación de lo más innovadora y actual. Me encantaron unas maravillosas anchoas de Santoña en aceite con queso de oveja, foie y vinagreta de mango.
Espárragos o tiernas alcachofas de La Rivera Navarra…..
O que decir de la elaborada ensalada de ventresca con un toque de vinagre de Módena y bañada con el prodigioso “Dauro”, sin duda uno de los mejores aceites que se elaboran en España.
No penséis que me ventilé tanto manjar. Iba acompañado por un extraordinario grupos de amigos, que es de lo mejor que uno puede tener en la vida. Lástima, que nostalgia que me invade recordando estas imágenes de mis primeros días de vacaciones. Me queda el consuelo del tiempo bien vivido. Lo dicho….encantado de volver a reencontrarme con vosotros. En unos días os contaré una de las mejores sorpresas que me he llevado en tiempo. La he encontrado en Cuenca….no os la perdáis. Hasta pronto.