La Ribeira Sacra, uno de los secretos mejor guardados de Galicia
He recorrido esta “Rivoira Sacrata”, como la bautizó una Reina portuguesa, la Reina Teresa en el siglo XII, acompañado por un aldeano del lugar, como a él mismo le gusta autodenominarse. Os hablo de Melquíades Álvarez, propietario de “El Torreón” en El Pardo, uno de los restaurantes de más éxito que hay en Madrid y al que suelo ir a menudo, porque se come estupendamente y porque , además, me permite disfrutar de su siempre cálida compañía.
A él no le gusta presumir de nada, salvo de sus humildes orígenes. Es muy raro conocer a personas de la categoría humana de Melquiades. Oriundo de Boazo, en Ourense, en plena Ribeira Sacra, Melquiades me contaba que todo lo aprendió en la aldea. “Con catorce años ya éramos unos tíos”, me dice, mientras recorríamos bellísimos e impenetrables bosques de nogales y castaños, alfombrados de helechos. Mientras cruzábamos frescos riachuelos o me enseñaba lo mismo santuarios eremíticos del siglo V, como el de San Pedro de Rocas, que fastuosos monasterios como el de Santo Estevo de Ribas do Sil, reconvertido ahora en parador.
Viajar a la Ribeira Sacra es transportarte en el tiempo, es una emocionante invitación a sentir. Sentir su patrimonio artístico, sus bosques y por supuesto, su gastronomía. Los espectaculares cañones del río Sil, de un tiempo a esta parte están dando unos extraordinarios vinos, sobre todo tintos.
Ya os he hablado en varias ocasiones de Raúl Pérez, tal vez el enólogo más sorprendente y singular que hay en España. Es aquí en la Ribeira Sacra donde elabora un tinto, con mencía, “El pecado”, que se ha convertido en un vino auténticamente de culto (98 puntos Parker).
Este berciano hace ya casi una década que empezó a explorar las posibilidades de la mencía más allá de El Bierzo. Para ello se encontró con un excelente vitivinicultor, Fernando Gónzalez Rivero, propietario de la Bodega “Algueira”, en Sober, en Lugo (www.adegaalguiera.com), Ambos compartieron la misma filosofía. Apostar por la calidad, más que por la calidad y por la recuperación de uvas autóctonas.
Fernando me invitó a una didáctica cata de sus vinos. Vinos de autor, con uva tinta mencía, merenzao (una uva que Fernando ha recuperado del olvido) y caiño. También fresquísimos y aromáticos blancos elaborados a partir de uva godello, loureiro, treixadura o albariño.
El vino me abrió el apetito. Y para saciarlo tuve el auténtico privilegio de asistir a una comida popular en casa de Melquiades. Tras la empanada y un mencia que hace su familia, nos trajo de un matrimonio de “pulpeiros” de la cuna del pulpo, Carballiño. Plácido y su mujer Carmen prepararon un pulpo excepcional. Hacía años que no probaba un pulpo igual. Entendí a la perfección porque Carballiño es el santuario de los amantes de este emblemático plato gallego. Mira que pregunté, pero fui incapaz de conseguir que me desvelaran su secreto, que indudablemente lo tienen.
Si el “pulpo à feira” fue insuperable, no menos lo fue la “carne ò caldeiro” con esa patata gallega única.
Tras una sobremesa con esos excelentes orujos gallegos, en una aldea perdida entre las montañas y los bosques orensanos, no quise despedir el día sin asomarme, a la puesta de sol, de nuevo al río Sil. Os dejo con un atardecer inolvidable que me regaló la vida un día de Agosto del 2.009.