Tras ver un fastuoso espectáculo de fuegos artificiales el fin de año en la ciudad portuaria de Valparaíso, una villa como decía el emblemático poeta Pablo Neruda, coronada por un sinfín de cerros, que si los subimos a través de todas sus escaleras habremos dado la vuelta al mundo. Tras saludar al nuevo año frente a las frías aguas del Pacífico, emprendí viaje a uno de los lugares que anhelaba desde hace mucho tiempo conocer: la casa de Neruda en Isla Negra. Por el camino tuve la suerte de encontrarme con una de las señas de identidad de la gastronomía chilena, la mítica empanada. En Concón, una comuna de la provincia de Valparaíso, esta ubicada “Las deliciosas”. Llevan haciendo empanadillas desde 1.968. Las hacen al modo tradicional , es decir con carne de vacuno desmenuzada, cebolla, aceitunas negras y huevo duro cocido, pero también incluyen variedades como las elaboradas con mariscos muy propios de Chile, como los ostiones, las jaibas (cangrejos de agua dulce y de mar) o las machas, un molusco muy similar a nuestra navaja. Como reza el nombre de este establecimiento, abarrotado siempre de gente que las compra para llevárselas a la playa, están deliciosas.
En Isla Negra hay un pequeño hotel, pegado a la casa del poeta, regentado por una pareja de íntimos amigos de Neruda, Concha Cofré y Hugo Arévalo. Ella es una de las mejores cantantes de Chile y el es cineasta y documentalista. Se llama “La Candela” (www.candela.cl) y anteriormente se llamó la Hostería de Santa Elena. En la década de 1.940, cuando se puso en funcionamiento, poseía el único teléfono de toda la zona. Un empleado que todavía trabaja allí, Ramón, corría hasta la casa de Neruda cuando éste recibía una llamada. El pequeño hotel es todo un homenaje al Premio Nóbel chileno. En el restaurante, casi bañado por las gigantescas olas que tanto gustaban al poeta, puedes tomar la copa Nerudiana, donde están incluidos todos los mariscos que le gustaban, como camarones, ostiones, centolla chilena y los locos. Ahí tenéis la poética copa.
A Neruda le gustaba muchas veces comer en el hotel, el caldillo de congrio, al que incluso dedicó una oda en su libro “Odas elementales”. También lo tome, mientras releía el fabuloso poema y me atronaba en los oídos el impresionante oleaje del Pacífico.
No podía irme de Chile sin probar sus emergentes vinos. Los mejores se hacen en el Valle de Colchagua, la Toscana o el Nappa valley de Chile. Un buen punto de partida para alojarte y visitar las numerosas bodegas de la zona, es la Residencia Histórica de Marchihue, un antiguo convento de los jesuitas, construido en el siglo XVIII, y rehabilitado por sus dueños, Vivien y Silvio, ambos italianos con un exquisito gusto (http://www.residenciahistorica.com).
Aconsejado por los encantadores dueños del hotel, visité la bodega Lapostolle. Fue fundada en 1.994 por la familia Marnier Lapostolle, los dueños del mítico licor “Grand Marnier”. Tras visitarla puedo decir con propiedad que es la mejor bodega de Chile. Esta asesorada por Michel Rolland, uno de los grandes de la enología francesa y sus vinos están reconocido a nivel mundial. Para que os hagáis idea, el año pasado la prestigiosa revista Wine Spectator’s eligió al Clos Apalta 2005 como el mejor vino del año 2.008.
En unas preciosas instalaciones, ubicadas en la montaña desde donde puedes ver el inmenso valle donde se ubican los viñedos, caté el “Clos Apalta”, de uva mayoritaria carmenére, la gran uva autóctona de Chile, pero también los cuvées que elaboran con merlot y cabernet sauvignon en otros valles, como el de Cachaopal.. Con ellos, y con blancos de uvas chardonnay y sauvignon blanc que hacen en un tercer valle el de Casablanca, de donde salen los mejores blancos chilenos almorcé mirando absorto el valle, un salmón ahumado sobre pebre de quinoa y camarones y un filete de res sobre un puré de habas con una reducción de cabernet sauvignon y frutas. Yo me quería quedar ahí para siempre…
De vuelta ya a Santiago y antes de partir a España, me entusiasmo un restaurante. Pasa por ser uno de los más antiguos de la capital chilena. Se llama “Liguria” y esta en Providencia 1373. Es una maravilla.
Dejo Chile, pero allí me quedo para siempre.