Es la mejor noticia relacionada con la gastronomía que he conocido en mucho tiempo. Siempre he lamentado que un lugar emblemático, como es la madrileña Plaza mayor, tuviera una ínfima representación gastronómica bajo sus bellísimos soportales. En cualquier país europeo, un lugar semejante, estaría ocupado por los más relevantes exponentes de nuestro comercio o nuestra restauración. Aquí, todavía en ocasiones, demostramos que “España es diferente”, pero en el peor de los sentidos, en la más abyecta de sus connotaciones. Hacía muchos años, muchos, que no me detenía en los restaurantes y terrazas de la grandiosa Plaza Mayor. Inmundos bares donde se sirven “bocatas de calamares” y apocalípticas terrazas donde ofrecen “pseudopaellas” y deleznables “platos combinados” para turistas ignorantes y poco informados, siempre me alejaron, bien a mi pesar, de tan hermoso lugar. Sólo salvaba la cara del lugar la histórica taberna “Los Galayos”, pero era del todo insuficiente para tan grandioso escenario
Afortunadamente todo empieza a cambiar. Pronto en la Casa de la Panadería se inaugurará un Parador o un hotel, aún esta por decidir. El Ayuntamiento ha renovado el mobiliario urbano de las terrazas, porque aun recuerdo las infames sillas y sombrillas con eslóganes publicitarios, y lo mejor, acaba de inaugurarse un restaurante gastronómicamente hablando que está a la altura de tan histórico y bello lugar. Hablo de CasaMaría.
CasaMaría rinde homenaje a María Pulido. Una madrileña de raza que murió muy jóven sin cumplir su sueño de abrir una casa de comidas en la Plaza Mayor. Hija y nieta de taberneros y vinateros madrileños ha visto como su sueño, y con él el de muchos, se ha visto cumplido. El lugar donde se ubica CasaMaría fue almacén de suministros y colmados, dispensario de vinos, comercio de venta de alhajas y finalmente galería de arte. Arte al que rinde homenaje el local porque en sus paredes cuelgan grabados y obra plástica de artistas como Eduardo Arroyo, Rafael Canogar o Cristina Santander, entre otros.
Lujo en las paredes, en los viejos muros de ladrillo tan típicos de los sótanos madrileños, y un placer para la vista ver los mosaicos del pavimento. Mosaicos en gamas verdes, negras, azules y rojas cortados a mano por ceramistas de Marrakech. La decoración de las tres plantas con las que cuenta el local son una preciosidad y están a la altura de una cocina tradicional perfectamente ensamblada con la gastronomía madrileña que dirige la chef gallega, Doxi Garcia. No podían faltar las croquetas de “pringá”, elaboradas con los restos de un buen cocido madrileño-deliciosas- ni los clásicos soldaditos de Pavía, que no son otra cosa que una fritura de bacalao. Ambas cosas, por sugerencia, del atentísimo “maitre” de origen dominicano, fueron las que pedí.
Pero hay muchos más entrantes. Podéis degustar una empanada casera, salmorejos y gazpachos, huevos rotos, ensaladilla rusa, callos y todo tipo de ensaladas. Los segundos no desmerecen. Impresionante la caldeirada de tres pescados de Doxi (homenaje de la cocinera a su tierra gallega), bonito del norte, bacalao confitado al romero con setas y cebolla roja caramelizada, chipirones en su tinta con arroz pilaf, steak tartar, solomillo de cebón, rabo de toro o paletilla de cordero. También hay un amplio surtido de arroces que no probé. En mi caso, me decante por un pixin (rape) con bilbaína de ajos tiernos y un plato típicamente madrileño, el pollo de corral en pepitoria guisado a la manera tradicional.
Tras tomar un flan de queso de tetilla y a pesar del calor, me senté en la terraza. Algo que no hacía desde hace más de treinta años para tomar un café y un buen brandy.
¡Que lujo!. Ya me dispongo a cenar una noche en esa magnifica terraza. Un verdadero notición. La Plaza Mayor empieza, por fin, a rehabilitarse. Ojala sea el principio de un proceso. Que sean los mejores restaurantes, el mejor comercio el que se instale en este único lugar, durante décadas olvidado, condenado a la infamia.