No sé si fue porque estaba muy dormida pero las sirenas anoche sonaron más fuertes que nunca. El bombardeo a la base militar de Yavoriv, a solo 25 km de Polonia y a 56 km de donde estamos nosotros, Lviv, nos ha puesto en alerta permanente.
El peligro sobrevoló toda la noche y tuvo en vilo también a las ciudades de Lutsk e Ivano-Frankivsk, recientemente atacadas. Hoy estamos cansados y la tensión se nota en nuestras caras.
Por suerte, siempre hay un costado esperanzador y amigable para compensar tanta tragedia. Hoy fue la visita a una parroquia donde están alojando a 163 personas refugiadas. Allí, el padre José, latinoamericano como yo, me dijo que conocía la historia de cómo sacamos a Danna, la hija de Max del país para ponerla a salvo en España. Sus palabras cálidas me llenaron el corazón. Ellos, que ayudan a tantas personas, me agradecían a mí por ayudar. Esta cadena de solidaridad es indestructible y seguiremos trabajando para que crezca.
Que tengan un buen día.