Durante el día, el movimiento es intenso. Sobre todo en los alrededores de la estación de tren a la que llegan sin cesar todos los que buscan un escape de la guerra. Y llegan tensos, ansiosos, angustiados. Los ánimos no son los mejores por aquí.
El aliciente, como siempre, es el afecto. Hay abrazos, hay ayuda, hay palabras de aliento y solidaridad total entre los civiles. Eso es reconfortante. Para nosotros, que cubrimos esta guerra hace semanas, es un impulso necesario.
Hasta que cae la noche y el frío intenso (creo que en todos los vídeos me van a escuchar quejarme del frío) se mezcla con el miedo y hace urgente volver a casa. En nuestro caso, al hotel.
En este videopost les muestro cómo se ven las calles cuando se acerca el toque de queda, que está fijado a las 22. Cuando sólo se escuchan nuestros pasos y el aire helado.