No sé qué extraña ley de la física permite a Jonathan y Yoli permanecer inmóviles en el tiempo, dando vueltas a la misma nadería desde hace casi dos meses. No es que estén en el día de la marmota, repitiendo lo mismo un día tras otro. En este caso, más parece que no pasase nunca el tiempo para ellos, como si vivieran un día larguísimo e inacabable. Si les miramos a ellos exclusivamente, solo pequeños detalles hacen que nos demos cuenta del día que vivimos. ¿Que Jonathan está nominado?, entonces Yoli duerme en su cama, él se quita la camiseta, se aprieta un poco a ella y le da un poco de cuartelillo. ¿Que Jonathan no está nominado?, entonces Yoli duerme sola y los ratos que se tumba a su lado este permanece como un palo, dando muestras de sentirse incómodo. Nada de abrazos ni apretones.
De nada le valen a Yoli las muchas evidencias diarias de que Jonathan no está interesado en tener nada con ella. Su insistencia es legítima y promovida por la indefinición del primo, igual que es baldía e inútil. No hace falta ser muy espabilado para darse cuenta de que él jamás le dirá nada muy directo que le sirva para tener claro que no irá a más con ella. No lo hará porque no le conviene, ni le viene bien para lo suyo. Si lo hiciera podría perder el apoyo que tiene de las primas, además de un posible favor de parte del público, interesado en ver evolucionar (en este caso no evolucionar) esta historia.
En la conversación que tuvo Jonathan el viernes con Juanma no se dijeron nada que no sepamos. Sacada de contexto está llena de lugares comunes, nada que se diferencie de la mayoría de conversaciones en las que interviene Juanma, repitiendo las frases dos o tres veces, con su hablar pausado y revistiendo todo de cierto halo de trascendencia y seriedad. O sea, una nadería de nada. Pero considerando el momento y situación en que tenía lugar esa conversación creo que fue un misil de profundidad disimuladamente dirigido a Yoli. No creo ser muy mal pensado por creer firmemente que ellos dos sabían quién les estaba escuchando. No hablaban para ellos sino para su atormentada audiencia.
Yoli se incorporaba en su cama. En el dormitorio casi vacío se representaba una función para un solo espectador. Jonathan y Juanma hablaban, mientras Yoli escuchaba a pocos metros. Muy improbable que ignoraran tener una oyente, tanto como imposible que no la vieran incorporarse, e incluso levantarse poco después para compartir alguna de las cosas dichas con su prima y los de Carabanchel. ¿Por qué Yoli les cuenta a sus afines lo mismo que a muchos nos llama la atención? Evidentemente, porque ese es el mensaje principal que han querido enviar. Esa frase pronunciada por Juanma con toda la intención del mundo: “Esto no es la realidad”.
Ya digo que es algo mil veces comentado, pero no vale descontextualizar la frase. Eso mismo dicho por un primo al otro en el ‘confe’ hubiera tenido una intencionalidad distinta. Pero Juanma lo dijo donde y como lo dijo. No podemos conocer sus intenciones, pero una de las cosas más divertidas de este programa es precisamente hacer permanentemente ese arriesgado ejercicio de adivinar las intenciones de los concursantes. En este caso, diría que Juanma intenta ayudar para que su primo se quite de encima a la 'Yolapa', como llaman muchos a Yoli. Y que lo haga, además, sin esfuerzo alguno. Diría que la pretende desencantar y provocar su retirada definitiva.
El mensaje es que esto no es la realidad, sino un fragmento temporal de sus vidas en el que viven una situación especial, que no puede cambiar el rumbo tomado en sus vidas reales, a retomar una vez termine todo. Si se lo aplicamos al propio Juanma vendría a decir que Tarifa y Nueva York son simples ensoñaciones. En la historia él es Teseo en su palacio y ella Hipólita, viviendo el shakesperiano ‘Sueño de una noche de verano’. Si los primos pudieran creo que al acabar este sueño usarían el desneuralizador de ‘Hombres de negro’ para borrar con su destello luminoso todo rastro de sus correspondientes historias en la memoria de Azahara y Yoli.
Después del chasco que se llevó Yoli poniendo la oreja a la charla de los primos, se fue al salón a desahogarse con Vitín, casi pidiendo sus consejos al respecto. Como si los mejores consejos amorosos que Ginebra pudiera recibir sobre el rey Arturo pudieran provenir de Lancelot, que decía el otro día @Tito_Soy. Vitín es aquel chico que le pedía a Yoli un suplemento por haber dormido una noche en su cama, y le advertía de que se sentiría engañado por ella si terminaba enrollada con Jonathan. Hombre, igual no podemos decir tal cosa, pero no será porque no lo ha intentado. Con todo, los consejos de Vitín no fueron malos, solo revestidos de esa pátina antigua y trasnochada, la misma que le lleva a decir que las primas son “libertinas”. Yo inspirado en Shakespeare y este muchacho anclado casi en el Mioceno. Me gana en viejuno.
Al día siguiente Yoli vuelve a pedir explicaciones a Jonathan, como de costumbre en el jardín. Dice el Teseo de Shakespeare: “Por ello, el amor y la muda sencillez, a mi juicio, se entienden más cuando menos hablan”. Pues bien, no es Yoli muy de la idea. A Jonathan, por su parte, bien que le gustaría muchas veces callarse, menos cuando hablando con su primo puede lanzar al aire su argumentario. Esto no es la realidad, dijo Juanma, y ahora tenía su primo que explicárselo a Yoli.
Buena prueba de que eran conscientes de la audiencia con la que contaban es que Jonathan no se sorprendió lo más mínimo cuando Yoli le pide explicaciones por algo dicho entre susurros de una cama a otra. Las explicaciones del primo fueron tan vagas y vacías como complaciente la prima calificándolo de filósofo. Si para ella fue suficiente, pues adelante con los faroles. Eso sí, no sé qué será lo siguiente. Visto lo visto creo que Jonathan podría humillar a Yoli y esta responder con un aplauso. No me extrañaría nada.
El sábado vi el miedo en la cara de Luis. Decir que estaba en la cama con Paula casi está de más. Últimamente está casi siempre en la cama con Paula. Era ya de madrugada y ella le está contando que se siente mal. Algo inquieta a Paula y no la hace sentir bien. Dice que por no contar algo piensa que está engañando un poco a todos. Luis cierra los ojos, respira hondo y a toda costa quiere evitar el tema de fondo. Tiene miedo. No quiere que ella se lo diga.
Luis le aconseja a Paula que lo diga si eso le va a hacer sentir mejor, y con la misma frialdad le dice que no lo cuente si es eso lo que prefiere. Paula mueve la cabeza y aprieta los labios. La adivino decepcionada con la respuesta de su “hermano”. Lógico que lo esté, porque cualquiera que se quiera hacer pasar por amigo hubiera preguntado por eso que la inquieta y no ha contado a sus compañeros. Ni siquiera tuvo interés en saber si lo sabe él o no. ¿Qué tonterías digo? Ya lo creo que le interesa, pero no quiere saberlo. Luis esconde su cabeza bajo el ala y, si pudiera, cavaría un enorme hoyo en el suelo para poder enterrarla bien.
Esa casi fugaz conversación terminó de convencerme de que Paula está teniendo algo más que una debilidad de hermana por Luis. Lo confirman otros detalles. Esa conversación inédita para mí, con ambos en las alas del avión de la aburridísima prueba de esta semana, donde Paula le dice a Luis que le gusta todo de él, su forma de moverse, cómo se expresa y demás. Al final, termina diciendo, poniendo su mano delante de la boca para hacer más íntima la confidencia, que “me-e-na-mo-ra”. Ya lo sabía.
Lo que ocurra bajo el edredón es cosa de ellos. Sospecho que en las imágenes vistas anoche, con el edredón en el jardín, estaban jugando a la ceremonia de la confusión, porque salieron de debajo riéndose como unos críos revoltosos que han intentado engañar a sus papás. Sobre algunos movimientos nocturnos en el dormitorio, o ese “para” que se escuchó el sábado, no sé muy bien qué decir. Como dice Alfonso Azuara: hasta que no tengo los pelos de la burra en la mano no digo que es parda. Aunque, bien pensado, igual no es muy adecuada la frase.
Luis intenta evitar el momento en que Paula rompa el libro de familia y le reivindique no como hermano, sino como otra cosa. En eso no está actuando muy bien, pero habría que hacerle un monumento por el aguante y la paciencia que demuestra en muchas otras ocasiones con Paula. El brote causado por el error de la ropa, que no era de ella sino de Xamy, causó cierto estupor en toda la casa menos en Luis, que no paraba de intentar calmarla, dándole distancia cuando creyó que la necesitaba. Hace falta ser de una pasta especial para aguantar en momentos así. Le admiro por eso, solo sea por ser capaz de aguantar la risa. A duras penas, también he de decir.
La reacción anoche cuando le pasaban la caja con su ropa de verdad fue casi idéntica a la de dos días antes con la ropa equivocada. Ella manifiesta enfado y alegría extrema de forma muy parecida, solo con la diferencia de que no había lágrimas anoche. Bien las podría haber habido, porque las primas no paraban de llorar cuando vieron su ropa. Supongo que si esa hubiera sido la reacción de Paula la hubieran criticado, igual que esta no hubiera dejado pasar la oportunidad de hacerlo de haberlas visto en un mar de lágrimas por encontrarse con sus abrigos o botas de invierno. En eso no pueden echarse nada en cara porque van a degüello unas tanto como la otra.
Me pareció inteligente la respuesta de Paula a las acusaciones de infantilismo o falta de madurez. “Quienes lo dicen igual siguen viviendo con sus padres. Yo vivo sola y me pago mis facturas hace tiempo”, dijo Paula. Hombre, no es una muestra inequívoca de madurez vivir solo, pero no le falta razón si interpretamos sus palabras de forma amplia. Poca diferencia veo entre sus reacciones y las de Alejandra en muchas ocasiones. Sonrío recordando la acusación de infantilismo a Paula mientras escucho canciones infantiles en la boca de Alejandra, o la veo dando saltitos diciendo “me flipa, me flipa, me flipa” al ver los aditamentos de la fiesta de Halloween en el ‘confe’.
No puedo negar que el brote de Paula por la ropa parecía una conexión con el jardín de la López Ibor. En realidad, casi todo lo ocurrido esa mañana lo pareció. Porque lo de Hugo pretendiendo vender caca de cabra para donar el dinero a una ONG no tiene parangón. Bueno sí, es comparable a la idea que tenían anoche de hacer un cuadro con ese mismo material tan poco preciado. De locos, oiga, de locos. Y mención aparte merece lo de Fran. Su proyecto de montar una ONG llamada ‘Pequeños hermanos’ es triste e hilarante a un tiempo.
Si no fuera porque el intento desesperado de congraciarse con la audiencia utilizando el argumento de la caridad diría que ha sido una de las cosas más carcajeantes que han pasado en este Gran Hermano. Ver a Fran en el ‘confe’ intentando llorar cual folclórica de extrarradio es muy grande. Pero lo de pavonearse con la caridad es algo bastante despreciable. Dice un personaje de ‘La misión’, la fantástica cinta de Roland Joffé: “La caridad es sufrida, es benigna. La caridad no tiene celos. La caridad no se pavonea, no se infla”. Que se lo apunte Fran, por favor.
No es la primera vez que un concursante usa un argumento parecido. El ganador de GH 11, cuyo nombre no me viene ahora mismo a la cabeza, prometió que donaría parte de su premio. Claro, aquel no se comprometió a firmar un contrato, tal vez por ello aún esperan en las ONG donación alguna. A Fran le puede la ambición y piensa en fundar su propia organización. Sin ánimo de lucro, dice. Solo faltaría. Lo más gracioso es cuando le pide discreción al ‘súper’. “Que quede entre tú y yo”, dice. Es un campeón el tío. Como si discreción y Gran Hermano fueran conceptos compatibles.
El gato responde
Lo de la campaña que acusa al programa de ser un timo es digno de estudio. No solo por algunas de las personas que le dieron anoche su apoyo sino por el propio fondo del asunto. Se definen a sí mismos quienes se dejan timar de esa manera, y siguen viendo, comentando en redes e incluso dejándose su dinero en tal timo. Ya hay que ser lerdo para participar de algo que les merece tal opinión. Diría que quien se deja timar con su conocimiento merece ser timado, pero no es el caso. Cualquier juez sensato procesaría como cómplices a los que hablan de timo.
Gran Hermano es un gran programa realizado por gente honesta. Todo el que diga lo contrario me tendrá siempre enfrente y merecerá mi desprecio mientras mantenga esa postura. Y partiendo de aquí podemos discutir lo que nos parece o no bien, si discrepamos en la forma de contar esta parte de la realidad o aquella otra. Pero jamás partiendo de la descalificación global que afecta a centenares de personas. Y yo me siento, muy humildemente, entre ellos, aunque sea en la soledad de mi cuarto, protestando porque a mí no me dan consignas sobre lo de que debo o no decir. Nadie me tiene en cuenta. ¡Qué felicidad!
Cuando he discrepado del enfoque de la realidad lo he dicho, y he hablado hace un par de ediciones de universos paralelos a lo ‘Fringe’, en un contundente escrito que era de todo menos amable. Ahora bien, jamás he cuestionado la honestidad de quienes hacen esto, porque de haberme planteado tal cosa no tengo ninguna duda de que hoy no seguiría prestando ni la más mínima atención a todo esto. Me parece de cajón. Espero que todos esos que apelan a la libertad de expresión respeten la mía opinando sobre su postura.
De todas formas es inútil lo que yo diga, porque el enemigo lo tenemos dentro de nuestra propia casa. Uno se desgañita y se da mil veces contra el mismo muro para luego ver en el debate a Bibiana Fernández preguntando si “hay una cláusula en el programa donde diga que tiene que ganar Paula”. Pues apaga y vámonos.
Moleskine del gato
Los porcentajes ciegos que supimos por el debate de anoche son estos: 67,2 %, 24,5 % y 8,3 %. No tuvimos en esta ocasión la información suplementaria sobre a quién pertenece el porcentaje menor, que esta vez no es tan bajo como en semanas anteriores. Tengo tan claro que es de Paula como poca idea tengo de quién tiene tan abultado porcentaje. Solo cabe seguir votando, porque la audiencia es soberana y pone sus votos donde le da la real gana.
Y termino por hoy con una cartelera de esa bruja Loli que cada vez me recuerda más a la Carmina retratada por Paco León. Una Loli conciliadora que anoche renegaba de sus dotes adivinatorias, negando haber hecho predicciones que hizo en la casa y pidiendo que preguntasen por su opinión y no por lo que dicen las cartas. Pero su paso por la casa habría sido de recuerdo ínfimo de no ser por sus velas y su tarot. Ah, por no dar una también. Y ya no estoy.
[Cartelera por Montse Juanilla]