La final se nos ha echado encima con particular urgencia, por lo cual me veo obligado a adelantar el comienzo de los tradicionales daguerrotipos. He explicado muchas veces que bien podría hablar de perfil de los finalistas, que es de lo que se trata realmente. Tomo el término prestado al gran Manuel Vicent. Imposible no admirarle desde la modestia de este humilde juntaletras. Empiezo esta colección de retratos desde mi personal y subjetiva óptica con Yangyang, chinita de ‘Lanzalote’ que se ha plantado en la semifinal por méritos propios. Si esta noche no pasa el corte y está entre los tres concursantes que abandonarán la casa tendré un problema porque no me quedan casi días para los cuatro que llegarán a la final del día 14. Ya veremos.
Antes de ir con el daguerrotipo de Yangyang alguna cosa de estos días. Los concursantes viven con la mente puesta en lo que ha de suceder hasta el final más que de la nostalgia o el recuerdo del pasado. La palabra “porcentaje” se escucha de forma muy constante, aunque al mismo tiempo agotan estos últimos días enredando en la cocina y con una actitud mayoritariamente generosa. La convivencia rezuma ahora cariño y apoyo mutuo, lo cual se agradece enormemente. En tiempos de feroz competencia, en los que hasta a los más pequeños se les educa en la cultura de la necesidad de destacar sobre los demás, agrada ver un grupo tan cohesionado, sin que por eso pierdan la lógica ambición por el triunfo.
A esto que digo hay una excepción. Bueno, más bien dos. Lo pudimos observar anoche en la radio. Hugo, Yangyang o Carlos dedicaban su tiempo a hablarle con cariño a la audiencia o saludar a sus seres queridos. Sin embargo, Rubén y Miriam preferían dejar estas cosas en un segundo plano, ocupando apenas un par de minutos al final de su intervención. Solo ellos aprovechaban para echar tierra por encima de otros concursantes. Miriam no lleva bien que Hugo, Gabaldón y Pilar la eligieran a ella como la persona que no debería llegar a la final cuando el ‘súper’ les obligó a decir un nombre. Contra Hugo cargan todo el rato, pero anoche Miriam tuvo también para Gabaldón y Pilar.
Fue Miriam la más mencionada en ese juego de posicionamientos eliminatorios ante la final. En este juego de exclusión competitiva lo normal es que los concursantes también den su opinión sobre de quién prescindirían. Es lo que hacen nominando cada semana. También por eso votamos en negativo, es decir, para expulsar. Es la esencia esa de la que tanto se habla y que algunos quieren preservar y dilapidar a un tiempo, en un ejercicio contrario tanto a la lógica como a la física. La propia Miriam aceptó el juego, entre otras cosas porque no les cabía otra opción, y se decantó por Hugo. También Rubén, quien debió apretarse bien el pañal para decidirse por fin a la directa confrontación, que no fue respondida por Hugo. Por su parte, Carlos dijo preferir que Yangyang no llegase a la final, mientras esta daba el nombre de Rubén, después de que el ‘súper’ se asegurase bien de que había entendido lo que debía hacer.
Lo más importante vino un rato después, cuando Rubén se sinceraba sin quererlo hablando con Carlos. Porque, claro, él sí puede hablar con quien desee. No así Hugo, a quien tilda de falso por hablar con el cocinero o un Gabaldón que siempre estuvo a un tris de unirse a su grupo y nunca había estado tan cerca de Hugo como ahora. Me pareció que Rubén necesitaba explicar lo sucedido entre él y Hugo. Ayer todavía decía Carlos que a su salida solo le interesará enterarse de ello, lo único que se le escapa de lo que ha pasado en la casa en estos casi tres meses. Prefiere enterarse al salir, aunque yo no descartaría que pueda adelantarse a esta misma noche.
Rubén puso a Carlos en bandeja una pista importante, que este no supo procesar. En un momento de la conversación del martes se ponía en el supuesto de que hubiera llegado a la final con Hugo tal como estaban antes de separarse y afirmaba con rotundidad: “Yo no hubiera ganado”. Lo repitió un par de veces y casi de seguido quiso aclarar lo dicho con esta reveladora frase: “Que no lo hice por eso”. La simple aceptación de que fue él quien decidió separarse ya contradice lo que ha intentado vendernos las últimas semanas. Además, podemos aplicar aquello de “excusatio non petita, accusatio manifesta”, locución de origen medieval que se puede traducir por “disculpa no pedida, culpa manifiesta”.
Rubén es un pozo de sorpresas. He de reconocer que está animando esta recta final algo desvaída. Ya lo dije hace días: la trama de deslealtad y traición protagonizada por Rubén, Maico y Miriam ha logrado sostener el interés en estas últimas semanas. No solo eso, también con eso han aupado a Hugo hasta la primera línea de protagonismo. En otro caso posiblemente hubiera llegado más desdibujado a la final por esa particular pasividad que ha demostrado durante todo el concurso. Ellos lo han llevado en brazos a la final y está en manos de la audiencia hacerlo ganador.
La penúltima sorpresa de Rubén fue un intento de desmarcarse de Maico. El otro día comenzó a renegar de su admirado amigo, ese al que daba abrazos de agradecimiento por enseñarle tantas cosas y abrirle los ojos como nadie había hecho hasta entonces. Ahora teme haberse dejado llevar por el de los pies oscuros, lo cual puede dejarle a las puertas de la final. Carlos tiene muy claro que si la audiencia castigó a Maico el jueves le ha de tocar a Rubén el siguiente, lo cual no ha dudado en decírselo al propio interesado. Y eso le ha llevado al borde de batir el récord de deslealtad al empezar el desmarque de Maico.
Daguerrotipo de Yangyang
Controvertida Yangyang, que ha sido acusada de llamar frescas a las españolas por hacer ‘edredoning’ y sucios a españolas y españoles porque limpiamos menos que en China. En realidad, no dijo exactamente ninguna de esas dos cosas, y es que el problema del idioma y sus dificultades para expresarse en un castellano entendible la han perjudicado al tiempo que ha supuesto una de sus principales bazas. Ella ha utilizado esa confusa dificultad idiomática para escurrir el bulto muchas veces.
Cuando quiere despistar de lo importante tiene una grandísima habilidad para interrumpir el diálogo preguntando el significado de cualquier expresión, incluso de las más comunes y normales. Imposible que no conozca bien la mayoría de esos términos, pero le sirve para hacer naufragar la conversación de forma estrepitosa. Su diálogo, trufado de preguntas sobre si está siendo comprendida, es habitualmente así: “Yo sé, ¿’sabementiende’?, mucha gente, yo sé. Yo entiendo todo, tú ‘mentiende’, ¿no? ‘Caminamo’ juntos. No pasa nada. Lo importante tú crea a mí, tú crea mí ‘felis’ en casa. ¿’Sabementiende’? Cada ‘pelsona’ sueño. Yo paso contigo noche loca, ‘pol ejemplo’. ‘Siemple aregre’, no pasa nada. Yo a tu lado, ¿’sabementiende’?”. Y así todo el rato.
Como en esa vieja serie de televisión que vimos en los canales autonómicos llamada ‘Parker Lewis nunca pierde’ (Parker Lewis Can't Lose), podríamos decir que Yangyang nunca pierde. Ha ganado conversaciones por agotamiento del contrario. Ha sido así salvo en casos de extraordinaria paciencia mezclada con máxima cabezonería, como le ha pasado con Carlos. A paciencia no sé, pero si se trata de ganar en resistencia no creo que nadie pueda con Yangyang. Ella es inagotable, como esos niños cargados de energía que solo parecen cansados cuando llega el momento de acostarse por la noche. Las pilas de Yangyang están siempre bien cargadas, y no me refiero a las del micrófono.
La inagotable energía de Yangyang ha sido clave para que al final algunos de sus más enconados enemigos hayan terminado rindiéndose a ella. Da igual que sea para cantar, para limpiar o para discutir, Yangyang tiene siempre una energía que supera a la de todos los demás. Derrocha tanta energía que es capaz de hacer todas esas cosas a la vez: cantar, limpiar y discutir. Anoche mismo andaba limpiando mientras todos se disponían a dormir. Bien es cierto que luego se volvían a levantar para recenar unas crepes. Y es que el chef Carlos está dando el do de pecho en la cocina estos últimos días. Yangyang no se cansa nunca, ni siquiera de ella misma. Debo decir que no le pasa lo mismo a los demás.
Ha rehuido siempre el enfrentamiento, dejando sin responder muchos de los reproches que le han hecho. Eso sí, al final siempre ha reclamado un abrazo. Que considere eso más importante que modificar el pensamiento de sus compañeros sobre ella dice mucho a su favor. Entiendo el malestar de Miriam cuando mientras afeaba a Yangyang que hubiera expresado su deseo de donar parte del premio esta le acariciaba el brazo, como queriendo compensar su error con una caricia. Es normal interpretar que está intentando comprar a los demás con su cariño, pero el impulso de su reacción habla de una necesidad real de mostrar gratitud de esa manera.
Yangyang necesita dar y recibir cariño, y en eso el balance ha sido a su favor, aunque también en su contra. Quiero decir que ha dado mucho más cariño del recibido. En algunos casos ha depositado toda su confianza sin obtener apenas compensación, como con Miriam. Tengo dicho que ni ha sido su amiga de verdad ni siquiera la ha llegado a soportar. Desde la primera semana me di cuenta de ello y nada ha cambiado hasta ahora. Miriam aguanta con esfuerzo a esa misma Yangyang a quien ha intentado manipular sin éxito. Tal vez esa sea una de las razones por las que no la traga en realidad.
Y es que Yangyang ha demostrado que no es fácilmente manipulable. Su personalidad insubordinada no le permite sujetarse al dominio de los demás. Tiene su propio criterio, poco flexible a los cambios. Sospecho que solo depende de los demás en el aspecto afectivo, porque en cuanto a su forma de ver la vida y afrontar este concurso nadie ha tenido la manija de la chinita de ‘Lanzalote’. Inmanejable y fiel a sus convicciones, ha hecho de algo que muchas veces es un defecto una virtud muy apreciable. Supongo que porque su aparente fragilidad hacía prever otra cosa. En realidad, ser poco flexible es bueno si se trata de no doblegar la propia voluntad porque quieran los demás.
Ni siquiera por conveniencia propia la he visto modificar su postura en muchas ocasiones. El caso más flagrante fue cuando todos, sin excepción, le manifestaban su desagrado ante esa clara tendencia a quedar bien que la llevó a quedar mal en realidad tantas veces. No entiende que la audiencia no aprueba que a estas alturas haya alguien en este concurso intentando hacernos creer que quiere nominarse a ella misma. Aceptando con dificultad que no conozca las reglas, usos y costumbres del programa, por lo cual eso no es posible, a nadie le agrada ver a un concursante renunciando a concursar. Queremos ver gente luchando, queriendo llegar lejos, no que tiren la toalla sin razón aparente. No es creíble que Yangyang prefiera salir y que se queden dos compañeros con los que no tiene ni siquiera un especial enlace afectivo.
Que evite el mal rollo está bien, no tanto que intente llevarse bien con todos y todo el tiempo. Esto es siempre un error, más cuando se está delante de una exigente audiencia, y especialmente cuando la mayoría de sus compañeros le estaban reprochando que no era sincera. Ese mundo de felicidad en el que pretende hacer ver que vive posiblemente no sea otra cosa que un modo de enmascarar experiencias no muy felices de su vida. Y es de elogiar que, salvo en ocasiones muy concretas, no haya utilizado su pasado menos amable como una baza para ganar puntos o congraciarse con la audiencia.
Yangyang es como es. No creo que su realidad sea muy distinta a lo que hemos visto, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Algunas no las hemos entendido por un tema cultural, y en otras puede que nos haya llamado la atención precisamente por ello. Al final, ha tenido habilidad para ganarse a algunos de aquellos que más la pusieron en duda. Y en la medida que estos iban mostrando más cariño hacia ella parecía liberarse y, por consiguiente, era más de verdad. El final de Yangyang está siendo fantástico. Más que nunca, ahora sí que me parece una muy digna finalista.
Moleskine del gato
En la casa ya adivinan con bastante precisión lo que ha de suceder en los próximos días. Apuestan que esta noche saldrán dos, o cuatro incluso. Y una final para dentro de siete días entre tres o cuatro concursantes. También contemplan la posibilidad de una gala de domingo con otra salida. Todas las suposiciones me parecen razonables y con la mayoría aciertan.
Más complicado les resulta a los siete prefinalistas que aún permanecen en la casa poner nombre a las barras de colores con los porcentajes ciegos. Apenas se movieron desde el domingo hasta el martes, que estaban así: 40,3 %, 16,1 %, 12,5 %, 7,7 %, 7,1 %, 13,4 % y 2,9 %.
Hoy tenemos una fiesta, que se llama semifinal. Interés en la cumbre por los tres nombres que dirá Jorge Javier Vázquez anunciando que deben salir de la casa. También por esa sesión de cine en casa, con los concursantes mirando su propia historia, especialmente la de una traición que ha marcado el rumbo de esta final. Y no olvidemos que esas imágenes no son para nosotros, que como audiencia estamos ya convencidos y sobradamente informados, sino para los propios concursantes. Ellos son los que podrán sorprenderse, y se me vislumbra que habrá sorpresas por todas partes. Porque no es lo mismo sospechar que verlo. Se presenta una última semana incómoda. Pero yo no puedo desear más que llegue la noche.