Que nos den tormentas y barracudas, podremos con ello
Sabemos por adelantado que esta noche ganará un buen superviviente. Así será si lo elige la audiencia y, además, no me cabe duda de ello. Los cuatro finalistas fueron líderes al menos una vez (cuatro Jorge y, aunque parezca increíble, dos Rocío). Más diferencia hubo entre ellos en lo referente a las veces que estuvieron nominados, aunque también pasaron todos por esa experiencia. Rocío y Ana María solamente fueron nominadas en una ocasión, aunque con diferente resultado. Mientras Rocío era salvada, Ana María pasaba a isla desvalida, donde estuvo tres semanas salvando todas las veces la expulsión definitiva. Jorge estuvo en la palestra siete veces, aunque ya en la era posterior a los desvalidos. Y, finalmente, Hugo salvó la nominación ocho veces más otras dos que fue desvalido, o sea, en total diez veces de las quince posibles. Eso sí, solo Hugo ha sido dios de la isla.
Esta edición llevaba el marchamo de la más dura y extrema de las habidas, y la realidad superó las previsiones una vez más. Ya hablé entonces de la diferencia entre empezar a finales de abril o hacerlo antes de acabar febrero, donde se extrema el clima caribeño de días soleados y tardes-noche de tormenta tropical. La temperatura se mantiene bastante estable durante el día, pero baja de manera considerable por las noches, ocupando estas casi la mitad de la jornada. Y la lluvia se convierte en el principal enemigo de los concursantes. Porque, amigos míos, el principal obstáculo que se encuentran quienes tienen el arrojo de decidirse a vivir como náufragos, durmiendo a cielo raso y comiendo poco más de lo que ellos mismos se procuran, no es el hambre sino el clima.
Antes de soportar la lluvia durante toda una noche dame semanas con sensación de inanición, aburrido de comer siempre pescado (a veces crudo) y la ración de arroz que aporta el programa. La imagen que siempre quedará en mi retina de este reality es con concursantes incapaces de resguardarse de la tormenta, viviendo lo que muchos han calificado como el peor momento de sus vidas. Lo dije justo cuando empezaba esta aventura, el lado más salvaje de Supervivientes me hace recordar ‘Apocalypse now’, con el coronel Kurtz y su voz atronadora advirtiendo: “Algunos no van a salir con vida”. A cayos Cochinos no llega el olor a napalm ni se ven volar balas de diamante, pero siempre hay algo que barrunta un desastre de consecuencias imprevisibles. Imagino a los concursantes “como caracoles deslizándose por el filo de la navaja”. Y sobreviviendo todo el rato.
No quiero seguir exagerando, aunque todos sabemos que no es necesario añadir épica de novela a una experiencia que la tiene por sí sola. En esta hora puedo confesar que este Supervivientes 2020 se ha convertido en mi preferido desde hace mucho tiempo, no solo porque haya tenido el placer de volver a comentarlo, y que haya sido además en este rincón gatuno tan querido, sino porque ha supuesto una especie de vuelta a los orígenes. De manera inesperada, lo he podido vivir como en aquellas ediciones donde concursaban anónimos o, más precisamente, como cuando era el casting mixto de famosos y desconocidos. Bastantes de los concursantes no podrían considerarse precisamente celebrities antes del comienzo, aunque hoy se han convertido ya en personajes rabiosamente populares. Por primera vez en mucho tiempo nadie amenazó seriamente con abandonar. La predisposición para la supervivencia ha sido general, y la entrega en las pruebas casi unánime. Del primero al último, contribuyeron todos a regalarnos una edición mítica, que recordaré siempre con agrado. Pase lo que pase esta noche, esto será así.
Moleskine del gato
No ha sido una edición fácil para nadie. Menos de un mes después de empezar la aventura se decretó un estado de alarma por la pandemia mundial del coronavirus que todavía marca nuestras vidas. En todo este tiempo casi lo único que siguió como si nada fue este bendito programa, porque ahí fuera todo está raro y diferente. El precio que se ha cobrado la pandemia ha sido inmenso, y todavía tardaremos en superarlo mucho tiempo. Soy consciente de que es lo de menos, pero puedo asegurar que muchos días no me ha sido fácil poner un poco de humor a mis escritos. Ni siquiera tener la mente concentrada en cualquier cosa. También por eso recordaré de manera especial esta edición.
Por todo esto que cuento no me despido con tristeza. La mala noticia del fin queda pequeña ante la buena de estar saliendo de esta. Tengo ya bastantes años y en ellos he vivido de todo, desde un golpe de estado a una pandemia. Y, de momento, de todo hemos salido. ¡Que nos den tormentas y barracudas, podremos con ello! Como siempre, quiero dar las gracias a quienes confiaron una vez más en mí, creo que no ha salido mal la cosa. Gracias a todos los que han participado en elaborar este programa. Y, sobre todo, mi gratitud absoluta a todos los que me habéis vuelto a acompañar, con enorme fidelidad. No soy digno. Gracias a todos y por todo. Pero esto todavía no ha acabado. Esta noche es la gran final, y mañana estaremos aquí para comentarlo. Esta noche hay una fiesta, amigos. Disfrutémosla.