Reflexiones de un gato hablador
Saldar cuentas pendientes igual lo hicieron poco, pero al menos se echaron unas risas a cuenta de los supuestos cinco días transcurridos entre la final y la emisión del programa de anoche. La magia de la televisión convertía apenas unas horas en casi una semana. El tono de broma del sofá de la izquierda (para el espectador) dejaba claro que habían grabado al día siguiente, creo que poco después del mediodía. Así se entiende mejor que Rafa llevase la misma ropa, salvo que se había dejado por el camino la chaqueta americana (en la maleta de Carmen, al parecer). Ha sido después cuando empezaron las visitas, y de alguna creo que hay por ahí testimonio en las redes sociales de los protagonistas. Los muy profesionales Adrián y Marta se esforzaron por lograr que no se notase su duelo. Estaban un poco serios, pero lo disimularon francamente bien.
Semanas antes de terminar la edición me di cuenta de que el más noble de la pareja era Adrián, y anoche lo volvió a demostrar. Sus palabras amables hacia Rafa, reconociendo que es un digno ganador, sonaron más creíbles que las de Marta. Su rechazo a mezclar el humor con determinadas situaciones explica el gesto adusto y alguna que otra reacción áspera y desabrida. El lenguaje verbal de ambos no se correspondía con el gestual. Tampoco debería extrañar que no estuviera contento Adrián cuando el presentador le comunica que tenía un 5 % de los votos en la final. Bastante que mantuvo el tipo y no dijo nada impertinente.
Que el triunfo de Rafa se pudiera prever las primeras semanas de concurso ha podido pesar como una losa sobre el desarrollo de la edición al dejar reducido a la mínima expresión el factor sorpresa. Ahora bien, me niego a aceptar un comentario común que he visto repetido desde el cierre del pasado jueves sobre que Rafa ganó por goleada porque no tuvo una competencia suficientemente fuerte. A ese intento por minusvalorar al ganador le falta ir acompañado de un análisis sobre por qué, efectivamente, Rafa fue superior a los demás. ¿En qué se equivocaron los demás?
Cuando concursantes acusan a otro u otros de ser estrategas no reparan en pensar que el principal error a evitar en este concurso es tener estrategias rígidas e inamovibles. El estratega bueno es aquel dispuesto a ser flexible y adaptarse a aquello con lo que se enfrenta. Como decía en aquel famoso anuncio Bruce Lee: “Be water, muy friend”. O, en la versión larga: “You must be shapeless, formless, like water… become like water, muy friend” (“Debes ser informe, sin forma, amorfo, como el agua… llegar a ser como el agua, amigo mío”). Por eso el concursante debe observar, analizar y adaptarse, no vale de nada llevar un papel aprendido. Lo siguiente es establecer un objetivo claro, para lo cual el concursante debe pensar a qué parte del público quiere conquistar. Por último, debe saber con qué cuenta, aquello que puede ofrecer, su principal atractivo o factor identitario que le haga destacar sobre los demás.
Las reglas anteriores también deberían ser flexibles, y posiblemente haya otra por encima: no subestimar al rival. Los otros finalistas subestimaron a Rafa, pensaron que lo suyo sería flor de un día, pero la audiencia no lo iba a comprar. Además, afrontaron el concurso sin espíritu analítico y evitando pensar cuál era su público objetivo. Pero en lo que más se equivocaron es en aquello que pensaron podían ofrecer y les haría merecedores del triunfo final. Adrián insistió demasiado en la historia de su amigo fallecido años atrás y Marta se agarró a su condición de vecina de una pequeña población de la España vaciada como si eso pudiera enamorar a los espectadores.
Por contraste con sus rivales, Rafa ofreció un perfil poco habitual, basando su atractivo en una equilibrada mezcla entre inteligencia y humor con muchas trazas de sinceridad descarnada. Analizó perfectamente la realidad a su alrededor y se dirigió particularmente a la audiencia core del programa. Su público fuimos los más apasionados amantes del formato, aquellos capaces de reconocer guiños como el del pijama. En cuanto a subestimar al rival, posiblemente ese sea el principal fallo de Rafa. Si no los subestimó pareció que lo hacía. Anoche mismo reconocía que instantes antes de escuchar su nombre como ganador pensaba que no podía ganar Marta porque lo estaría haciendo un mueble. Aun así, les estaba teniendo respeto cuando seleccionaba cada semana quién debía ser el mejor rival de su grupo. De otro modo le hubiera dado lo mismo.
Insistió anoche Carlos Sobera en la abracadabrante cifra de 7.855.206 votos para elegir al ganador, de los cuales más de 5,5 millones fueron a parar a Rafa. El voto gratuito se probaba por primera vez en este reality y el éxito es más que evidente. Eso sí, debo decir que la mecánica es susceptible de mejora. Se hace necesario un sistema que garantice solo las repeticiones de votos que el programa considere oportuno permitir. Obligar a votar a través del registro en una aplicación es una solución posible y ensayada tanto dentro como fuera de España. A partir de ahí, bien se puede abrir el voto una vez al día para premiar la perseverancia y el interés de la audiencia. Cualquier cosa antes de dejarlo todo al albur de bots o trucos cutres y salchicheros que permiten emitir tantos votos como se quiera. De esa forma parece una batalla entre quienes son más hábiles a la hora de someter a la tecnología en lugar de elegir qué concursante tiene una mayor aprobación.
En la última semana de concurso abrí una encuesta para saber si nuestros lectores prefieren los realities con concursantes famosos o desconocidos. Con casi 28.000 votos un 78 % de los participantes han dicho que prefieren desconocidos. La idea no es de cuatro locos en Twitter que no representamos a nadie. En realidad, el reality de desconocidos no deja de ser la fórmula original, aquella que ha enamorado a la audiencia durante casi dos décadas. ¿Por qué parece que ahora no funciona igual de bien? ¿Es eso lo único que condiciona los índices de audiencia? Digo siempre que los realities de famosos disfrutan de una audiencia añadida de seguidores de formatos donde se cuentan sus vidas. Es una audiencia cedida, pero eso no sale en la estadística y, en realidad, poco importa. Ahora bien, ¿es eso lo más importante?
Sinceramente, creo que sigue habiendo espacio para realities con concursantes desconocidos. Es una prueba el éxito de La isla de las tentaciones (donde no son del todo desconocidos, pero tampoco forman parte del mundo de la fama y una mayoría de espectadores no les reconocen). También me baso en que la primera edición de La casa de los secretos tuvo como gran protagonista una concursante desconocida para la mayor parte del público. Cristina Porta y Luca Onestini eran, probablemente, los menos famosos del casting y ocuparon los dos primeros puestos.
Hacer realities con desconocidos no responde a la necesidad de renovar la nómina de celebrities para abastecer otros formatos televisivos. Aunque, bien mirado, se agradece dejar de ver los mismos personajes de siempre, por mucho contenido que sean capaces de seguir generando. El gran atractivo del reality con desconocidos es la experiencia de conocer un puñado de personas e ir siguiendo su evolución durante unos tres meses. Eso no solo remite a los orígenes del formato, sino que supone una aventura mucho más rica en matices, además de menos prejuiciosa, que si los concursantes son conocidos y tenemos una opinión previa formada, por mucho que en ocasiones la hayamos modificado durante el concurso.
Por último, el reality con desconocidos también debe ser un acontecimiento. No quiero hacerme el listo, pero en el tiempo que llevo conociendo esta casa, he visto siempre en su ADN la costumbre de convertir sus programas y series en auténticos acontecimientos (incluso las películas que, en apoyo a la cultura europea, produce el grupo). En un futuro cercano necesito un reality con desconocidos que sea un acontecimiento de enormes dimensiones, del que hablen todos los programas de la cadena y cuyo comienzo se espere con angustioso deseo. Estoy acostumbrado a que mis sueños se hagan realidad. Que esté firmando una vez más estas líneas lo demuestra.
Moleskine del gato
Sean felices. Nos leemos en un próximo reality.